Esta semana contamos con la participación de Adelina GN. Se ha inspirado en la obra "El primer día de clase", de Jean Baptiste Vanmour. Y ahora, disfrutad
Aquel era un día maravilloso, el primero de una serie del aprendizaje que una niña comenzaba a tener a la edad que yo tenía por entonces...
Esta es mi pequeña reseña de lo que aconteció, los pensamientos de un día especial en la vida de una niña turca.
Señoriales caminaban y nos seguían, formando un cortejo maravilloso. Las mujeres pudientes no necesitaban otra cosa que un bastidor o un instrumento musical, para honrar la casa y a su esposo.
Pero la realidad sería otra, y aquí me tenéis, la niña, la aprendiz de tan artística destreza, explicándole al lector qué de realidad hay en la historia.
El sistema patriarcal lo dificultaba todo, nosotras las mujeres no respondemos al prototipo que en ese primer día de clase se vivía.
Mi mamá y las otras que andaban detrás de nosotras lo sabían y sabían igual que yo sé ahora que sería diferente, totalmente distinto.
Siempre sea subestimado la figura de la mujer, el velo nos ha distinguido de otras.
En el sexo y el amor amortiguadores de nuestras vidas, protegidas desde bien jóvenes. Sin decisiones propias, sin encajar la situación, nos sentíamos libres.
Vuelvo al día en cuestión al que el artista dejó plasmado en aquella tela, blanca e inmaculada igual que nosotras.
Niñas a las que nuestras madres nos iniciaban en el mundo del saber, para ser autosuficientes y que nuestra estima no se perdiese por ese camino desde nuestro hogar al colegio.
Precedidas siempre por los hombres, tanto niños como adultos, portando a hombros el bastidor con el que bordaríamos, y nuestra arma para armonizar los momentos de sueños en esa habitación en el que el amaestramiento nos convertiría en mujeres con saber.
¿Pero cuándo lograríamos demostrar todo lo aprendido?
Quiero que miréis bien la pintura del pintor flamenco francés, en el que se recreó en su carrera con el Imperio otomano, llamado también turco.
Un imperio al que me acostumbré desde aquel día, un día tan especial en el que mi madre sabía que era preciso sacrificar mi paso por la escuela para que con el tiempo relevásemos de todas esas costumbres a las mujeres que también caminaban por donde mi madre, portando alguna de ellas, no, de la mano a las suyas, algunas las sujetaban muy cerca de su corazón.
A ellas, a todas les llegarían nuestros sacrificios y conocimientos, y a pesar de seguir tapando ahora aún nuestro rostro por respeto a las tradiciones. Quitaríamos muchas vendas de los ojos.
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