Revista Arte
Los creadores que, después del impresionismo, decidieron sólo insinuar el rostro del modelo fueron aquellos que a principios del siglo XX quisieron liberar al retrato de la realidad visual, de la semejanza total del retratado. Fue la época de los trazos y los colores, que tanto el fauvismo como el cubismo como otras tendencias posteriores al impresionismo, pretendieron sesgar más que reproducir fielmente la imagen del modelo.
Esta es la mejor representación de la ideación del modelo. Es la muestra de algo que por su propia naturaleza -expresar a un ser mudable- debe permanecer. El retrato que identifica y fija temporalmente al retratado no es más que una parte de sí, que una parte de su vida. El retrato esbozado, el retrato que con pocas pinceladas, o que sesgadamente, imprime la cabeza del modelo es en realidad el más universal de todos. Pero debe reconocerse algo, no ya el simbolista o el abstracto que deforman sin ni siquiera percibir la sensación de un retratado. Es otra cosa lo que consiguieron estos postimpresionistas de principios del siglo XX. Algo genial, además de su propio y seductor estilo. Consiguieron hacer intemporal y permanente la figura representada del modelo. ¿Quiénes somos en verdad; el que se nos representa en la fresca juventud, en la ardua madurez o en la serena vejez? ¿Cómo somos en verdad? ¿Somos como en el semblante de aquel día maltratado, o como en el iluminado brillo del otro momento excelso que nos tocó vivir?
Así, de este modo, este Arte, que estos autores lograron plasmar en los retratos de sus obras, hace verdaderamente fiel el concepto universal del retratado. Ese perfil o ese contorno, sólo insinuado, sólo apenas esgrimido en unos trazos y en unos colores, logra eternizar y mantener inidentificada la esencia del ser. Sin rasgos que lo aten a un tiempo y sin perfil que lo fijen a una emoción. Es como perduran. Es como se idealizan, así, sólo bosquejados frente a lo efímero, a lo erosionado, a lo transformable.
(Cuadro de Picasso, La madrileña, cabeza de mujer joven, 1901; Cuadro del pintor francés Raoul Dufy, 1877-1953, Retrato del Artista, 1901; Óleo del pintor italiano Umberto Boccione, 1882-1916, Retrato de mujer joven, 1916; Óleo del pintor francés Maurice de Vlaminck, 1876-1958, Retrato de Derain, 1905; Cuadro de Seurat, El pintor Aman Jean como pierrot, 1883; Cuadro del pintor español Roberto Domingo, 1883-1956, Una pintora, Academia Julien, Paris, 1890?; Cuadro del pintor Toulouse-Lautrec, La pelirroja de blusa blanca, 1889; Óleo de Salvador Dalí, Tieta, retrato de mi tía, 1920; Cuadro del pintor español Nicanor Piñole, 1878-1978, Pepita y el ganso, 1912.)
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