Revista Cultura y Ocio

El retroceso social progresa adecuadamente

Publicado el 03 abril 2012 por Dean
El retroceso social progresa adecuadamenteNuestra gente no quiere saber nada de izquierdas ni de derechas, simplemente elige entre continuidad o cambio (o sea las promesas de los políticos que son iguales a las promesas de la lotería nacional o a las promesas de los líderes religiosos), y la final termina eligiendo entre distintas versiones del conservadurismo o, peor aún, de regresión en el desarrollo político, y se olvida por completo del progreso.
El progresismo tiene que ver con orientar la coordinación social y la dirección del Estado con base en lo que la ciencia va descubriendo como verdadero y que la tecnología permite. Los cambios posibilitados por estos avances transforman el modo de producción económico y con ello las relaciones sociales, culturales y políticas. Junto con ellas cambia también la valoración que se le da a la realidad y a las conductas individuales y colectivas. 
La idea de valores permanentes y comportamientos que deben ser inmutables corresponde a sociedades en las que no hay cambios o éstos son sumamente lentos, pero el progresismo —en tanto idea y como construcción de un Estado moderno— implica el planteamiento de éticas consensuales, de situación y pragmáticas, que se renuevan constantemente. El conservadurismo, en cambio, es la resistencia a aceptar cambios en el sistema de valores, pues considera que éstos corresponden a un orden superior que debe ser refractario a la realidad temporal. El conservadurismo es propio de las clases dominantes, los empresarios, banqueros y gobernantes que se han enriquecido a costa de años de robar al pueblo, y cualquier cambio va orientado a machacar a los que no son de su élite, pero sin que por ningun motivo cambie el statu quo, pues en él se encuentran muy a gusto.
El pensamiento progresista contemporáneo procura la orientación de las conductas de los individuos a partir de reglas e incentivos determinados por políticas públicas modernas, las cuales, lejos de plantearle un dilema moral al ciudadano con base en códigos, cartillas, catecismos o credos, lo que hacen es presentarle situaciones posibles para su elección racional, en el sentido de me conviene hacer esto o no me conviene hacer esto. En contraposición, vivimos en un país dominado por la moralidad, con la semana mayor como atractivo turístico y con una iglesia como principal aliada del estado, donde se hacen las cosas por decreto, se toman decisiones sin preguntar a nadie (nadie = pueblo) y pretenden hacernos creer que esto es una democracia.
El progresismo tiene un componente humanístico según el cual el desarrollo de la ciencia y la tecnología tienen que estar centrados y subordinados al del desarrollo humano, es decir, al mejoramiento de las condiciones de vida y la reducción de la desigualdad, pero no puede suponer o considerar que su realización esté basada en la moralidad de los gobernantes más que en la eficiencia de instituciones bien diseñadas.  De acuerdo con lo anterior, no basta con que un grupo de buenos, de gente honrada, le quite el poder a los malos para que haya un país diferente, como si todo fuera un asunto de que prevalezcan las buenas intenciones sobre las malas. Una nación que recorta los presupuestos para la ciencia y el desarrollo se está oponiendo al progreso y sólo consigue dar pasos hacia atrás, alejándose más aún de los verdaderos progresistas. Pero la cuestión no es lamentarse de que los gobernantes no están haciendo lo debido, porque realmente ellos están haciendo lo que interesa a ellos y a sus amigos, lo preocupante es que el pueblo sea conciente de ello y le de igual, que no reclame lo que le pertenece, y peor aún, que se deje arrebatar lo que -con mucho esfuerzo- había conseguido.
El retroceso social progresa adecuadamente

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