Muy alejada. Quizás la más olvidada de la provincia de Valencia. Bastante aislada, pero acompañada por tierras de Cuenca que aparecen en nuestro camino hacia Ademuz y que, después de una franja de unos quince kilómetros, se las devuelve a la ciudad levantina.
Ademuz es una isla de tierra entre Aragón y Castilla. Y así la describían: entre tres reinos. Una amalgama de costumbres, naturaleza, tradiciones e historia. Porque sus habitantes prefirieron buscar los valles y tierras fértiles para asentarse. Y porque los señores la elegían como un punto a defender gracias a su orografía fronteriza.Fue poblada por musulmanes que pertenecieron a la taifa de Alpuente primero y más tarde a la de Aben Razín. El Rincón de Ademuz perteneció a Valencia desde que Jaime I asentara las fronteras del reino que acababa de fundar excepto durante veinte meses en el siglo XIX que pasó a ser de Teruel, aunque fuera de nuevo devuelta.Quizás porque está muy alejada de la capital levantina donde las carreteras se hacen lentas, pesadas y contemplativas, quizás por eso esta comarca es la más desconocida incluso para los propios valencianos. Entre barrancos y cimas, en territorio muy abrupto y dispar. El Rincón de Ademuz presume tener las altitudes mayores de la Comunidad Valenciana porque incluso el Cerro Calderón rebasa en 22 metros al conocido Penyagolosa. Una comarca bañada de norte a sur y partida en dos por el río Turia o el río Blanco, como popularmente lo conocen por aquí, y sus afluentes, Boilgues y Ebrón. Y ante las cimas más redondeadas y altas aparecen los valles inundados de pequeñas huertas. Caminos y senderos teñidos del amarillo de su manzana autóctona, la esperiega y de grandes y fructíferos nogales.
Paisajes en este rincón tan variados en los que dicen puede existir una diferencia de altitud entre el río Turia y sus cimas de más de mil metros. Bosques muy típicos donde el pino albar y la sabina rastrera se adueñan de sus territorios. Entre los caminos que ascienden a las cimas el pino acompaña a los caminantes; mientras que los intrépidos que ascienden hasta sus cumbres son sorprendidos por una peculiar sabina que es la mejor tarjeta de presentación de las estribaciones de Javalambre.
Y en ese transitar hacia Ademuz la carretera nos acerca al lado del río Turia, Casas Bajas y Casas Altas. Más tarde surge construido sobre un cerro. Parece que esté escalonado y dominado por las ruinas de un castillo.
A través de un camino de tierra en zigzag que nos obliga a perder la vista del pueblo vamos ascendiendo hasta el cementerio, su mirador y las ruinas de una fortaleza musulmana que tuvo vital importancia. Sobresaliendo sobre los tejados viejos aparece el campanario cuadrado de su iglesia. Y allí, más alejada y solitaria, su plaza de toros.
A Ademuz entramos por un entramado de calles que han tenido que irse adaptando a la pendiente. Después de beber en la fuente de cerámica de sus siete caños donde aseguran que el agua nunca ha dejado de brotar nos vamos sumergiendo en lo más peculiar de este rincón. Calles largas y estrechas. Calles en pendiente y escalonadas que nos acercan a la plaza de la Iglesia. Desde su mirador se abre un extenso valle por el que discurre tranquilo el río Turia. Y más allá las sierras que la encajonan y las aldeas ribereñas.
Desde esta plaza conocida como El Rabal entramos en el corazón medieval de Ademuz a través del Portal de San Vicente. Una entrada construida con mampostería donde podemos ver las hendiduras que sujetaban las puertas de madera. Cuando lo sobrepasamos y giramos de nuevo hacia la plaza vemos en lo alto la imagen del santo dibujado en cerámica valenciana.
Ademuz estuvo amurallada. Dicen que existían ordenanzas reales por las que se prohibía edificar al lado de los muros defensivos para evitar que se debilitaran. Y cuando miramos a nuestro alrededor nos da la impresión de que nos hemos trasladado a cualquier pueblo mudéjar de Teruel. Calles empinadas, muy estrechas, con casas de piedra y aleros prominentes; balcones corridos y torneados; rejas forjadas y muy trabajadas, pasadizos en lo alto… El ayuntamiento no estaba en la plaza así que seguimos buscando y lo encontramos en un espacio ancho. Un edificio porticado, una iglesia que estuvo y ya no existe y un almudín convertido en casa particular. Este rincón medieval también está decorado con balconadas de madera y portales con escudos nobiliarios.
Saliendo del barrio medieval las callejuelas nos acercan al final del pueblo donde un camino nos ofrece subir hacia las ruinas del castillo. Pero volvemos atrás y salimos de nuevo a la carretera que atraviesa Ademuz. Y en un rincón que parece haberse perdido entre edificios modernos aparece un entrañable edificio románico. Muy sencillo, acogedor. La Virgen de la Huerta es una ermita solitaria donde el propio Jaime I dejó en ella el estandarte que portaba al frente de sus huestes. Una ermita que se construyó sobre una edificación musulmana.
Para aventurarse por el Rincón de Ademuz hay que hacerlo sin prisas porque existen otras poblaciones interesantes para conocer y sobre todo numerosos caminos y senderos para recorrer. Y si queremos acudir a uno de los pueblos más alejados y olvidados debemos aventurarnos por una carreterilla de montaña que nos llevará hasta los 1.128 metros de altitud al pueblo más alto de Valencia. Llegamos a Puebla de San Miguel. En un valle abrigado de los fríos vientos. Un pueblo de aquellos que se han visto obligados a mantenerse en el pasado. Pequeño, montano, rústico de piedra y madera. Un rincón que es conocido por la naturaleza tan particular que nos ofrece. Estampa serena rodeada de grandes bosques de sabinas y pinos rojos. Un paisaje muy peculiar gracias a la sabina rastrera que crece en climas inhóspitos, muy fríos y secos. Caminos que ascienden hacia el Cerro Calderón. De esos lugares que te hacen dudar porque vas buscando la cima de un pico y aquí es una sucesión de terreno redondeado que te lleva unas veces por tierras de Valencia y otras de Teruel. De hecho comparten altitudes.Uno de los pueblos más grandes del Rincón de Ademuz es Castielfabib y quizás uno de los más conocidos. Al margen derecho del río Ebrón sus casas se van desplomando por la montaña. Aquí, la protagonista es Guillermina, una campana de 450 kilos que es volteada el Domingo de Resurrección por unos valientes muchachos que solo se sirven de sus brazos y piernas para agarrarse a ella.
Con muchos senderos de pequeño recorrido para elegir podemos hacer uno muy sencillo para andar tranquilamente por la ribera del río Boilgues. Un camino que emprenderemos desde una entrada que hay en la carretera que nos aleja de Ademuz y nos acerca a Vallanca.
Un sendero estrecho entre el murmullo de las acequias que van en busca del río, un variado bosque de ribera por el que disfrutamos conociendo otras especies vegetales y unos tentadores huertos de viñas, nogales y manzanos. Y escondidos entre recodos algunos pequeños saltos de agua hasta llegar a la Veguilla.
Y aunque sea una comarca aislada y bastante olvidada, el Rincón de Ademuz nos ofrece una red de senderos con una longitud de 225 kilómetros y una red especial de BTT con un total de 234 kilómetros.Una comarca para poder disfrutarla con tiempo y como más nos guste.