¿Cómo debemos comportarnos con los niños y niñas?
La diferencia de tamaño: los pequeños sólo ven piernas, esto se puede compensar con una actitud cercana y agachándose (hay que adoptar una buena postura y cuidarse la espalda).
Agacharse para facilitar verles y que vean de frente: facilita la comunicación a través de gestos y expresiones.
Controlar los gestos con las manos y brazos: para evitar sorpresas y sustos estos gestos tienen que ser pausados y suaves.
Quedarse en un lugar determinado: para facilitar que puedan recurrir a menudo a él, mientras se controla y establece un mensaje de seguridad a los pequeños, o acercarse a mirar a los pequeños.
No centrarse en un solo grupo o dejarse acaparar la atención: pueden ser intercambios de miradas; decir su nombre con cariño o recordándoles lo que les gusta; los roces cariñosos al pasar por su lado.
Muchas conductas disruptivas están originadas por la necesidad de llamar la atención.
Esto implica un difícil equilibrio profesional que deberá considerar el educador, al tener que repartir su atención entre todos y cada uno de los miembros del grupo.
La aceptación de la espera y del reparto de atención se consigue transmitiendo a los niños la seguridad de que van a ser atendidas sus demandas.
Una de las principales estrategias, para desarrollar una atención individualizada, es el contacto físico: caricias, roces, sonrisas...
Los pequeños necesitan de esta comunicación para sentirse sujetos con identidad propia dentro de un grupo de iguales, con ello se sentirán aceptados y valorados por el educador.
Existen dos estrategias fundamentales para disuadir a los niños:
- Desviar la atención señalando algo, lo que permite acudir si es necesario.
- Distraerles y/o centrarles mediante la incorporación de nuevos elementos, para que fijen su atención en ellos.