Revista Ciencia

El secreto de Shostakovich

Por Lizardo

Дмитрий Дмитриевич Шостакович (1906-1975)


Circula en internet, dentro de las leyendas urbanas ahora más extendidas por las virtudes de la tecnología, la versión de que Dmitri Shostakovich, el más notable compositor  ruso de música clásica en el siglo XX, habría poseído dentro de su masa encefálica la esquirla de un proyectil recibido durante la segunda guerra mundial. Y no sólo eso, la leyenda afirma que Shostakovich era reacio a que se intente la extracción del fragmento metálico no por un tema de riesgo vital y neurológico, comprensible desde luego, sino mas bien porque esa esquirla le habría permitido, cuando inclinaba la cabeza hacia un lado, 'escuchar' música, melodías enteras que llenaban permanentemente su mente y que supuestamente usaba luego para sus composiciones.
Parece que la enorme difusión de esta especie viene del best-seller 'The man who mistook his wife with a hat' (1985) de Oliver Sacks (hay varias ediciones en español) donde el reconocido neurólogo señala que el alegado fragmento de obús se habría localizado en el extremo del cuerno temporal del ventrículo lateral izquierdo y que además, al flotar dentro del líquido cefalorraquídeo, gozaba de movilidad, estimulando así el lóbulo temporal de Shostakovich y desencadenando aquellos legendarios e inefables arpegios.

Donde el punto rojo, allí habríase hallado la dichosa esquirla.


Sacks cita una nota del 10 de julio de 1983 de D Henahan en el New York Times, que es una reseña de un artículo breve de Dajue Wang, un neurólogo chino, en la revista británica Musical Times. Allí, Wang cita una anécdota que a su vez le habría sido narrada treinta años antes. El relato se inicia con Shostakovich que acude al cirujano ya sabiendo que posee aquella esquirla y aparentemente con el propósito de que le sea extraída, lo que al final no se produjo por la renuencia del músico, pues tal era su 'secreto musical'.
La vida de Shostakovich, en los años arduos del regimen stalinista y posteriores, estuvo signada por requerimientos políticos controlistas a los que el músico debía sujetarse. Se afirma que el músico se sometió pero no su arte. En vida fue reconocido y fue objeto de múltiples y diversos honores. Sus contemporáneos lo describen como un hombre tímido, obsesivo, perfeccionista al extremo, incapaz de decir no. En la edad madura su expresión facial estuvo marcada por numerosos tremores y tics. Indudablemente era un hombre de temple nervioso y dado al escrúpulo y la vida psicasténica, pero ¿un pedazo de metralla dictándole sinfonías dentro del cerebro?
Un breve protocolo de investigación fue publicado en Acta Neurologica Scandinavica por H Kierulf en 1984 y arroja valiosas luces sobre esta peculiar anécdota. (Ver en Scribd). Nos parece que alguna dosis de secretismo propio del régimen soviético, activa o pasivamente, podría hallarse tras la leyenda. Se afirma que la muerte de Shostakovich fue anunciada recién en la prensa tres días luego de sucedida pues el fraseo del texto correspondiente debía ser aprobado en los más altos niveles del politburó. Incluso se duda si las memorias de Shostakovich publicadas por S Vólkov en 1979 sean legítimamente tales. El mismo Oliver Sacks en su reciente libro Musicophilia, concede a la anécdota sólo un pie de página y con un tono de sano escepticismo.

Caricatura de Shostakovich con  Stalin detrás.


Hasta ahora, pese a la intensa investigación científica, la música sigue un fenómeno misterioso. No se ubican su capacidad de ejecución o de disfrute o de creación, en un área determinada del cerebro, obviamente, y eso dificulta el análisis desde el punto de vista neurobiológico. Menos aún se puede consensuar su sentido, su utilidad, la causa de su desarrollo evolutivo. El instrumento musical más antiguo, un flauta hallada en Eslovenia, tiene 43 000 años de antigüedad mientras que la invención de la escritura data de sólo 5000 años hace. Nacemos con capacidades neuropsicológicas para reconocer ritmos, melodías, sonidos. En todas las culturas existe música. La música nos mueve, la música nos inmoviliza, evoca insospechadas emociones sin que sepamos de dónde ni cómo. La música suele tener una función social inalienable -para no ir lejos, la pieza musical más popular de Occidente es el 'Happy Birthday to You' compuesto por las hermanas Hill en 1893- pero su goce es íntimo y puede ser secreto. En fin, interminable sería enumerar las maravillas y paradojas de la música.
En la imagen un pianista profesional ejecutando el Concierto Italiano de Bach mientras es sometido a una Tomografía de Emisión de Positrones (Fuente: NY Acad Sci)

Sin duda la ciencia seguirá ofreciendo vislumbres de las bases biológicas del fenómeno musical. Pero ese elemento de magia y deslumbramiento que es su esencia se mantendrá. La música nunca será amusia -y, por suerte, tampoco un fragmento de metal en el cerebro-.
Enlaces:
- Sacks O. The power of music. Brain 2006; 129: 2528-2532.
- Arias-Gómez M. Música y Neurología. Neurología 2007; 22: 39-45.
-  Rasgado-Flores H,  Abel1 MS, Gálvez MC,  Peña-Rasgado C, Rasgado V. Science and Music; Music and Science; The Science of Music; The Music of Science. The Physiologist 2006; 49 (1):
- Storr A. The enigma of music.J Royal Soc Med 1999; 92(1): 28–34.
- Hachinski KV, Hachinski V. Music and the brain. CMAJ 1994; 151: 293-296.
- Sacks O. El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. (Vía Scribd)
N.B.: No está demás decirlo, la radiografía de la parte superior no pertenece al genial músico.


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