Cuando pienso en alguien de la Biblia que de veras conoció la bondad de Dios, siempre me viene a la mente David. Dios dijo que él era “un hombre conforme a su corazón” (1 Samuel 13:14; Hechos 13:22). En su juvenud, cuando cuidaba del rebaño en las colinas de Israel, David tenía comunión con Dios y había llegado a conocerle íntimamente. Él se dio cuenta de que Dios era amoroso, paciente y bondadoso. David sabía que Dios cuidaría de él, supliría lo que necesitara y lo libraría del peligro.
Esas experiencias inspiraron a David a escribir el Samo 23. Este salmo nos da un gran entendimiento de la bondad de Dios. Quizá usted lo haya recitado muchas veces. Quizá haya pensado que habla del cuidado de Dios por nosotros en el cielo. Pero en realidad este salmo nos revela lo que Dios quiere hacer por nosotros aquí en la tierra: el valle de sombra de muerte, donde está el diablo, nuestro enemigo.
Teniendo presente esto, lea el Salmo 23 y deje que le hable a su corazón de una manera nueva acerca de la bondad y el cuidado que Dios quiere mostrarle:
Jehová es mi pastor [que me alimenta, me guía y me protege], nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará [y restaurará] mi alma [mi vida]. Me guiará por sendas de justicia [para ser recto y justo ante Él, no por mis obras, sino] por amor de su nombre. Aunque ande en valle [oscuro y profundo] de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara [para proteger] y tu cayado [para guiar] me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando [desbordándose]. Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová [y en su presencia] moraré por largos días.
Cuanto más llegue usted a entender estas verdades, más podrá confiar en Dios en toda situación de la vida. Su confianza en Él le dará valor ante la timidez de otros.
Así fue la experiencia de David. La revelación del Salmo 23 lo llenó de confianza en Dios. Le infundió ánimo y valor en situaciones de peligro. En una ocasión, cuando un león atacó las ovejas, David no salió corriendo, sino que se enfrentó al león y lo mató con sus propias manos. Lo mismo hizo cuando apareció un oso.
Años después en su vida, cuando ninguno en Israel quería enfrentarse a Goliat, David fue el único que se animó a pelear contra él. ¿De dónde se armó David de valor? Él lo revela en 1 Samuel 17:37, donde dice: “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo”.
David no solo sabía de la bondad de Dios, sino también la había experimentado en su propia vida. Había visto las victorias que la bondad de Dios le había dado, y el solo pensar en eso le daba valor y ánimo.
Nosotros también podemos ser como David. Cuando más conozcamos la bondad de Dios y cómo opera en nuestra vida, más victorias tendremos para recordar. Cuantas más victorias podamos recordar, más difícil será para el diablo asustarnos y amedrentarnos. Recordaremos la victoria sobre el león y el oso de nuestra vida, y diremos: Qué bien. Hasta aquí me ha traído Dios, y sé que no va a defraudarme.