Revista En Femenino

El sentido del olfato (por Arantxa)

Publicado el 21 junio 2013 por Imperfectas
El sentido del olfato (por Arantxa)Hoy es 50 de mayo y el calor se resiste a instalarse. Tranquilos los amantes del chapuzón piscinero, las terrazas, la arena de la playa. La estación veraniega entra mañana y las temperaturas van a subir.
Yo soy unas de esas personas, raras, pocas, que detestan el calor. Antes me avergonzaba decirlo pero ya no. Y una de las cosas que más me repugna del verano son los olores. Como viajo en metro cada día sufro el hedor que desprenden algunas personas, ya desde primera hora de la mañana. De todos los sentidos el que tengo más desarrollado es el del olfato. La vista anda algo mermada, porque padezco miopía, y por contra, el olfato, que se me antoja el más inútil de todos, es el más agudo en mi.
Mi olfato de perro es un castigo durante el verano, no podéis imaginar hasta que límites. Me obliga a moverme por los vagones de metro y a contener la respiración para no aspirar aroma alguno. Cuando entro en el vagón suelo respirar por la boca y juego a paralizar el olfato. Y es que, por cada fragancia agradable que perciban mis fosas nasales habrá al menos cinco que no lo sean. Esto es empirismo puro. Como en invierno todo se camufla bajo capas de ropa, pues nariz que no huele, o lo hace con menor intensidad, feliz que está una.
Es, además, el sentido que más perdura en la memoria, el más evocador y emocional de todos - el famoso pasaje de la magdalena de "En busca del tiempo perdido" lo deja bien claro-. Tengo grabadas, para mal, en mi memoria olfativa la colonia que usaban dos ex parejas mías. El otro día iba sentada en el metro al lado de un tío que olía a una colonia de Armani que era la favorita de un ex novio de cuyo nombre no quiero acordarme. Pero en cuanto percibí el aroma me acordé del aroma y de lo escaldada que salí del noviazgo en cuestión.
Por contra, algunos de mis olores favoritos son el de las cajas de pinturas, el del pan recién hecho y el del anís. Me recuerdan a la infancia, a la felicidad del colegio, a la panadería del barrio en el que crecí. En cuanto al anís, era el toque maestro que le daba mi padre al arroz con leche, como lo hacen los asturianos, que gustan de presumir que la gente de Madrid no le pilla el punto a tan contundente postre a la hora de cocinarlo.
Ahora es momento de acabar este post, huelo a cena y es que la comida me entra antes por la nariz que por la vista. Porque a mi, en parte, se me conquista por el olfato, aunque ese tema ya es otro.

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