Revista Arte

El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía.

Por Artepoesia
El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía. El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía. El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía. El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía. El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía. El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía. El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía. El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía. El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía. El sentido más universal del mundo concebido ahora entre un erotismo y una elegía.
El poeta irlandés William Butler Yeats (1865-1939) publicaría en 1924 su famoso soneto Leda y el Cisne. En él describirá líricamente la seducción (otros lo llamarán violación, pero esto es poco verosímil) del dios Zeus a la hermosa Leda. Cuando esta bella griega caminaba junto al río Eurotas se le presentó un grandioso, armonioso y blanco cisne. Éste, sagaz, se le acercaría temeroso aduciendo ahora que una terrible águila le perseguiría sin piedad. Así, la confiada e ingenua Leda le ofrecería ahora su compasión y le dejaría sentir la calidez de su cuerpo. Hábilmente, Zeus acabará seduciéndola del todo con su tierna apariencia inofensiva, pero absolutamente insidiosa. Trataría siempre Yeats de encontrar en sus escritos una respuesta mitológica a los grandes asuntos del mundo. Y en este poema compendiará una visión que del mundo él tuviera, tanto íntima y personal como, sobre todo, una histórica y universal.
De pronto un golpe: las
alas se agitan aún
Sobre la mujer temblando,
acarician sus muslos
Las palmas oscuras, su nuca
que el pico sujeta,
Él firme estrecha el pecho
contra el pecho.
¿Cómo podrían los dedos
aterrados, débiles,
Alejar a esta gloria
emplumada de sus muslos
entreabiertos?
¿Y cómo puede el cuerpo,
enfrentado a ese blanco torrente
No sentir contra su pecho
los latidos de su extraño corazón?
Un estremecimiento en las
entrañas, y se engendran
El muro echado abajo, el
techo y torre ardiendo,
Y Agamenón muerto.
Atrapada
Y dominada por la sangre
salvaje del aire,
¿Habrá ella recibido, además
de su fuerza,
cierto saber, antes que el dios
satisfecho la dejara caer?
Leda y el Cisne, William Butner Yeats, 1924.
Los pintores, desde el Renacimiento más glorioso -Leonardo y Miguel Ángel-, habrían tratado ya de combinar la imagen de la inocente Leda con la de la seductora del Cisne-dios. Su representación iconográfica no podría ya dejar de connotar una erótica manifiesta en la forma sinuosa de esta ave falsamente candorosa. Su blancura, su cuello alargado, su plumaje sedoso y abultado serían unos rasgos que conllevarían una clara simbología sexual. Los creadores lo sabrían, y lo llegarían a eternizar de alguna forma en un lienzo siempre y cuando su sutileza y habilidad lo permitieran artísticamente. Sin embargo, la figura seductora y su alarde zoofílico no permitieron que estas representaciones fueran muy aceptadas, a menos, claro, que no dejaran traslucir demasiado ese claro sentido sexual. Miguel Ángel crearía en 1530 un boceto de su mano que otros después que él vieron ya como la más sutil, bella, armoniosa y grandiosa forma de representarlo.
Y así es; y el gran Rubens incluso (su taller propiamente) compondría entre 1598-1599 su obra Leda y el Cisne con esa misma representación en un extraordinario homenaje al insigne maestro florentino. Otros también lo harían, o lo intentarían. Pero, la historia del Arte no conseguiría, después, que prosperara una visión más allá de lo que la belleza más conseguida en el Arte -aquella de Miguel Ángel- hiciera ya con esta representación sexual, ahora ésta eróticamente exquisita y sublime. Es decir, con esa única forma de crear que sólo tendrán ya las grandes obras de obtener así, a la vez, belleza y claridad, de conseguir mensaje erótico y aceptación artística. Porque, ¿se pudo conseguir después lo mismo? No. Y en otras tantas obras de este mismo mito se observará o la bella mujer alejada algo -símbolo sagrado a veces entre lo humano y lo divino-, tan sólo tocando tiernamente parte del cisne -alarde eróticamente insinuado-, o, a cambio, se verá una burda forma de combinar lo explícito con lo mitológico, es decir, de realizar ahora una obra impactante -a veces erótica y artística- para llegar así a decir con dentelladas lo que pudo ser dicho antes con calma pero, sobre todo, con Arte.
Porque el mito sí podrá mostrarlo como quiera, sí lo exhibirá, lo puede exhibir siempre, sin embargo. Fue el deseo más desaforado lo que llevaría al dios a transformarse en un cisne. Fue el engaño después lo que le llevó hasta Leda para obtener así su satisfacción sexual. Así, como la vida misma; como la historia. Luego, aquella unión inapropiada llevará a producir las consecuencias más funestas en su descendencia -en la leyenda, que no es más que una forma de historia útil-. Según el mito, Leda concebiría a la vez dos huevos de su esposo y de su amante ave. De uno de ellos nacería Clitemnestra, del otro Helena. Ambas provocarían el mayor desastre, el desafortunado trance -carente de sabiduría- que acabarán con las vidas, opuestas, tanto de los troyanos como, después, de quién los exterminara antes -Agamenón-. Tan sólo el Arte -la poesía y su consorte artístico, la pintura- conseguirá, con estas obras maestras, llevar ahora un sentido terrenal, pasional, visceral y escatológico, al más alto sentido universal -y artístico- concebido.
(Obra Leda y el Cisne, después de Miguel Ángel, autor desconocido, siglo XVI, National Gallery, Londres; Óleo de Rubens, Leda y el Cisne, 1599; Cuadro del pintor simbolista Gustave Moreau, Leda y el Cisne, 1865; Escultura griega Leda y el Cisne, siglo I a.C., escuela ática, Museo Arqueológico de Venecia; Lienzo Leda y el Cisne, 1660, del pintor barroco Pier Francesco Mola, National Gallery; Obra Leda y el Cisne, 1886, del pintor Johann Hofman, Melbourne; Óleo Leda y el Cisne, 1560, Paolo Veronese, Museo Fesch, Ajaccio, Córcega; Obra Leda con el cisne y los niños, 1544, del pintor manierista Vincent Sellaer; Boceto de una obra desaparecida de Miguel Ángel, Leda y el Cisne, 1530; Grabado con una obra del pintor renacentista italiano Jacopo Ripanda, Leda y el Cisne, siglo XVI.)

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