Empieza a evidenciarse a medida que avanzamos por la historia del pensamiento un extraño patrón: todos los filósofos destacados, desde Aristocles, Aristóteles, Tomás de Aquino, Thomas Hobbes, René Descartes, Gottfried. W. Leibniz, John Locke, David Hume, Immanuel Kant, Auguste Comte, Stuart Mill, Rousseau, Voltaire, Karl Marx, Bertrand Russell... tienen una cosa en común: todos han sido partícipes de la destrucción de la Iglesia Católica; todos han formado parte de alguna facción antagónica a ésta. Puede no parecerlo a simple vista, pero pertenecen en realidad a una misma linea de pensamiento. Todos benefician a la facción ganadora que hoy controla el mundo y la mayoría de ellos están directamente vinculados a ella, si no es que forman parte. De los filósofos más conocidos, los que defendían la existencia de Dios, lo hacían por pura necesidad; pero siempre de una forma perjudicial para la Iglesia. Con el paso de los siglos, entre todos fueron ganando terreno muy gradualmente al poder preestablecido. La llegada de Nietzsche, con su anuncio de la muerte de Dios, marca la victoria definitiva.Debemos hacernos, entonces, las siguientes preguntas: ¿Por qué Martín Lutero, el protestante? ¿Por qué Stuart Mill, un trabajador de la Compañía Británica de las Indias Orientales? ¿Por qué Voltaire, el ilustrado? ¿Realmente es por la repercusión que tuvieron sobre el mundo? ¿No será precisamente lo contrario? ¿Por qué tan solo nueve autores representativos de los quince siglos de tradición católica? Y de ellos, ¿Por qué Tomás de Aquino, si no empezó a ser reconocido hasta el siglo XIX? ¿Por qué Ockham y Giordano Bruno, los herejes? ¿Por qué Erasmo de Rotterdam, el humanista? ¿No han habido más autores durante los más de mil años de Imperio Católico? Alguien podría argumentar que esto es debido a que la doctrina católica pura no es filosofía propiamente dicha, por lo que no se incluye en el estudio de ésta. Aun tomando por cierta esta aseveración, hay que hacer una distinción entre filosofía e historia del pensamiento; la religión constituye la mayor parte de ésta última, por lo que objetivamente no hay razón para que no se den a conocer sus máximos representantes.La respuesta debemos hallarla en otra pregunta: ¿Qué es lo que hace que un personaje sea conocido y no otro? Y aquí las cosas empiezan a verse claras: evidentemente, esto ha de ser obra de la propaganda. Si en verdad es así, significa que todo lo que conocemos ha sido cuidadosamente seleccionado. Todo lo que se nos muestra se encuentra siempre formando parte de la doctrina ganadora, que es la que gobierna el mundo actualmente. Quiere decir que piense lo que piense una persona, escriba lo que escriba, conciba las ideas que conciba, siempre partirá de una base favorable a la clase dominante. Diga lo que diga uno, admire a quien admire, nunca podrá perjudicar a los magistrados, pues todo lo que conocemos, pertenezca a un tiempo anterior o posterior en la historia, es en su beneficio.
Se ha impuesto un grave sesgo de realidad. No solo se trata de un filtrado extremo de la información, pues hay además una clara distorsión de los hechos históricos. Si observamos con más atención, vemos como los filósofos más conocidos y más divulgados son precisamente los que más influencia ejercen sobre el mundo actual, es decir, los que más sustento dan al mundialismo: Karl Marx, Nietzsche, Platón, Rousseau, Voltaire... En primer lugar se ha eliminado todo lo que no se consideraba conveniente (el material de al menos XV siglos de historia. Lo mismo ocurrió durante esos siglos respecto a los filósofos antiguos, de los cuales se recuperó cuanto se pudo en el Renacimiento); en segundo lugar todo lo que no se ha podido eliminar ha sido al menos ocultado, minimizado o tergiversado. Pasa lo contrario con todo lo favorable a la globalización; se han amplificado los hechos, se han exagerado, se han adornado, se han mitificado, se han impuesto, sin saber bien por qué, como los acontecimientos cruciales de la humanidad.Algo similar es fácil de percibir respecto a los libros. Cuando uno investiga acerca del mundialismo empieza a adquirir una curiosa tendencia por leer libros verdaderamente difíciles de conseguir. La mayoría de ellos, si hay suerte, solamente pueden encontrarse en versión original, por Internet y de segunda mano. Muchas de estas obras, como en el caso de "La Perspectiva Científica", están censuradas. ¡Y cuántos trabajos debe haber que ni siquiera conocemos, escondidos en algún cajón, sin publicarse!
Más evidente todavía es lo siguiente: el imperio más grande de la humanidad, según la historia oficial (la versión dominante proveniente de los medios de propaganda occidentales es que EE.UU no es un imperio; es una potencia mundial democrática), desapareció hace tan solo 67 años. Una cuarta parte de los habitantes del globo eran súbditos de la persona que lo dirigía oficialmente. Entonces, ¿Por qué prácticamente nadie sabe nada acerca de este imperio? ¿Por qué en cambio todo el mundo conoce a Hitler y el Imperio Romano? ¿Por qué miles de series, libros y filmes acerca de éstos últimos y no sobre el imperio más grande que haya existido jamás sobre la faz de la Tierra? Y de las pocas películas que se emiten por la televisión y en las salas de cine, ¿hay alguna en la que los personajes no sean mostrados como héroes? La élite que controlaba este imperio, la más poderosa de la historia, por necesidad ha de continuar con vida. ¿Qué ha sido de ella? Todo el mundo conoce a Julio César, a Alejandro Magno; ¿Por qué nadie sabe nada acerca de la élite del Imperio Británico?Si queremos avanzar en nuestro viaje y progresar en nuestra educación, como buscadores de la verdad, nosotros, los de no-retorno, debemos empezar a investigar y a estudiar tanto personajes como acontecimientos históricos prácticamente desconocidos, difíciles de encontrar incluso por Internet. Deben haberse perdido y se deben estar perdiendo maravillas del pensamiento humano e historias de gran valor a causa de la mundialización. Una vez conozcamos y saquemos provecho de lo que nos es permitido conocer por parte de los magistrados, debemos ir en busca del material perdido con tal de expandir los límites de nuestra mente, de ampliar nuestra sesgada visión del mundo.
Muestra sesgada.
Calbert