Revista Cine
Es asombrosa la resistencia de la sociedad Occidental, a la soledad y al silencio, usualmente se les categorizan como circunstancias negativas. Me parece que con el transcurso del tiempo, eso de no poder estar solos y callados, es una característica que se agudiza. Característica que permite que se confunda la no soledad (estar con otros) con la compañía (estar con otros en placer) y el no silencio (palabras al viento) con la conversación (palabras al viento con un propósito y sentido concretos, que incluyen el placer de hablar aunque no se diga nada).
Ocasionalmente se prefiere “compartir” con quienes poco se toleran (se nota mucho en las oficinas y lugares de trabajo) con tal de no estar solos, se prefiere la conversación, por mas vacua que sea con tal de llenar el espacio del tiempo con palabras.
No sabemos estar callados, la sociedad poco te acostumbra al silencio, el mundo es ruido, actividad, rumor continuo, el silencio se relaciona con tristeza, abandono, reclusión, al menos en America Latina, donde se cree que quien más va “de fiestas” es mucho más feliz, que aquel que prefiere otra clase de actividades.
Se relaciona el bullicio con la alegría. Siempre he creído que estar verdaderamente acompañado te pasa, cuando puedes estar al lado de alguien y no hace falta decir nada, cuando la sola presencia del otro es ya compañía.
La gente no come sola, no va al cine sola, no camina sola, cuesta mucho estar en paz consigo mismo, con sus propios pensamientos y sentimientos. Cuando, la verdad es que, la compañía humana no siempre es favorable, muchos no se juntan por placer, se juntan por necesidad, muchos no se juntan por amor, se juntan por gastar tiempo.
Hay una sobreexposición que perjudica el ánimo de la mayoría, aunque nos cueste darnos cuenta, quien no consigue estar tranquilo solo, poco hará con estar “tranquilo” en compañía de otros. Sin un estado ideal de bienestar para con uno mismo, resulta curioso querer generar un estado de bienestar para con los otros.
A veces pareciera que se pretende vivir en un remolino donde puedas escuchar el eco constante de tu propia voz, y por supuesto de la ajena, las redes sociales han exacerbado el problema: todos dicen, todos se expresan, pero ¿se comunican o es simplemente es una carrera por ensanchar el ego tras la búsqueda de aprobación? Todas las herramientas para “conectar” con el otro valen, pero sigo concordando con los griegos en cuanto a que la mesura es la mejor cualidad que se puede poner en práctica.
Quizás a la vida moderna habría que recortarle palabras y regalarle vida interior, aportarle más concentración y disciplina, que nos permita estar más contentos con quienes somos, en el momento más real del día, ese en que nos quedamos solos con nuestra respiración y los latidos, espero que dóciles, de nuestro propio corazón.