Revista Cine
Si a estas alturas tenemos que explicar a los lectores de este blog de que se trata El Silmarillion, es que algo estamos haciendo. Se puede definir esta obra como la Biblia de la Tierra Media, la hoja de ruta y el trasfondo de todo lo que concierne a las novelas más famosas de Tolkien (El señor de los anillos y El hobbit). El Silmarillion (1977) es la historia mítica (con todas sus letras) de la Tierra Media, un compendio de sucesos y desgracias, la historia de una raza desde su nacimiento hasta sus agonizantes últimos días. Un libro maravilloso, una joya para la imaginación, obligada literatura para los admiradores del mundo tolkiano. Sin embargo, una lectura densa y complicada para los profanos en la materia, en la que el lector requerirá de una segunda e incluso una tercera lectura para captar todos los detalles. Infinidad de nombres y personajes, ciudades y pueblos, dioses y mortales hacen que al final te pierdas por el camino, obligándote a tomar apuntes e, incluso, armarte de paciencia. Su hijo estuvo recogiendo infinidad de anotaciones y escritos que su padre tenía en su despacho, y así pudo con el tiempo construir una odisea, una mitología de un mundo imaginario profundamente inspirado en los mitos nórdicos y demás.
Dividido en tres sublibros (utilizando dicho término con toda la intención), se narra la historia completa del mundo tolkiano. Ainulindalë cuenta cómo nace el mundo de la música y cómo surge el mal, encabezado por el malvado Melkor, al que se unen espíritus poderosos (entre ellos un tal Sauron). El Silmarillion cuenta la historia del nacimiento de los elfos, entrelazado con el de los enanos y los hombres. Todo ello alrededor de unas joyas maravillosas llamadas Silmarils que, a la larga, provocarán que los elfos emigren de las tierras de los dioses a la Tierra Media. Finalmente, Akallabeth cuenta la historia de la casa de Númenor -de la que desciende Arathorn y Aragorn- y retoma el mito de Atlantis, motivo recurrente en otros trabajos de Tolkien.
No debemos pasar por alto bellísimas historias como la de "Beren y Lúthien", "Turin Turambar" o "Tuor e Idril", por no hablar de poder conocer cómo nacieron los Enanos, cómo despertaron los Elfos, cómo era Sauron antes de la Caída… En esta obra magna, Tolkien nos regala historias de amor que trascienden más allá del tiempo, batallas épicas jamás imaginadas, tragedias puras al mayor estilo de las obras clásicas helénicas y dramatismo sin igual para goce y disfrute del lector. Aún así, siempre hay lectores decepcionados que lo acusan de lento y pesado. Y no les falta razón. A estos lectores voraces en sus críticas les contesto con un "vísteme despacio que tengo prisa". Y es que realmente así se puede definir el Silmarillion.