Cuando en 1895, el escritor Oscar Wilde fue condenado a dos años de trabajos forzados, acusado de indecencia por su homosexualidad, se alzó la voz de los socialistas en defensa del poeta. En un artículo publicado en la revista Die Neue Zeit del Partido Socialdemócrata Alemán, Eduardo Bernstein –uno de sus principales dirigentes- escribió en defensa de Wilde que no podía perseguirse la homosexualidad como algo antinatural ya que no hay casi nada en la actividad de los seres humanos que sea natural. “Toda nuestra existencia cultural, nuestro modo de vida de la mañana a la noche, es un constante atentado contra la naturaleza, contra las precondiciones naturales de nuestra existencia. Si se tratara tan sólo de lo que es natural, los peores excesos sexuales serían tan objetables como, por ejemplo, escribir una carta –ya que la forma de establecer la integración humana por medio de la palabra escrita resulta tan alejada de la naturaleza como cualquiera de las formas conocidas de satisfacer las urgencias sexuales pueda resultarlo nunca.” Y además, señalaba que las opiniones sobre lo que es natural o antinatural para los seres humanos son históricas, es decir, reflejan el nivel de desarrollo de la sociedad. También denunció que considerar a la homosexualidad como una enfermedad era otra forma de moralismo.
Dos años más tarde, en Berlín, el médico Magnus Hirschfeld funda el Comité Científico Humanitario, cuyo objetivo central era la abolición de la ley anti-homosexual alemana. Y nuevamente fueron los diputados socialdemócratas los más fervientes enemigos de esa ley reaccionaria: Augusto Bebel –destacado dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán- propuso revocarla.
En 1919, Hirschfeld funda el Instituto de Sexología en Berlín y, en 1921 –cuatro años después de la Revolución Rusa-, organiza el primer congreso científico sobre sexualidad de la historia. En este Encuentro Internacional para la Reforma Sexual que reunió a científicos de distintos países, se pusieron como ejemplo las leyes de la Rusia soviética que no perseguía a los homosexuales. La Revolución Rusa eliminó todas las leyes zaristas que reprimían la homosexualidad y que eran “contradictorias con la conciencia y la legalidad revolucionaria”. En 1923, un prominente médico de Moscú aprobaba el nuevo código legal diciendo: “La legislación soviética se basa en el siguiente principio: declara una total ausencia de interferencia del estado y de la sociedad en los asuntos sexuales, siempre y cuando no se afecten los intereses de ninguna otra persona.” En Alemania, contra el orden establecido, el Partido Comunista defendía la igualdad para gays y lesbianas, mientras los homosexuales eran perseguidos y discriminados al punto que el propio Hirschfeld fue apaleado, sufrió una fractura de cráneo y recibió un disparo durante una conferencia.
En la Unión Soviética, bajo la reacción stalinista, sin embargo, junto con el retroceso en los derechos de las mujeres se avanzó en la patologización de la homosexualidad, hasta que en 1933 se la volvió a considerar como un crimen, alejándose de la tradición socialista que siempre había sostenido una postura muy avanzada contra los prejuicios imperantes en la época.
De esa tradición nos sentimos herederos: ¡Basta de opresión sexual! Abajo todas las leyes y normas que discriminan y reprimen a gays, lesbianas, travestis, transexuales. ¡Plenos derechos para las personas no heterosexuales!