Cartagena desde el Castillo de Galeras en la Base
de Submarinos de la Armada Española
Créditos: Viajes de Primera
Hay viajes en los que los paisajes se agrandan y se exploran posibilidades casi desconocidas a pesar de estar ahí, al alcance de la mano, porque ni la distancia es excesiva ni las costumbres, ajenas. Navegamos por dos mares, entre tres municipios y a lo largo de varios siglos de Historia para recuperar los mejores sabores del sur de la región de Murcia.
Al atardecer, la superficie del agua es rosa. El perfil de los flamencos, con sus patas de alambre y sus picos ganchudos, se confunde con el horizonte, al que casi se podría llegar andando, sin que el agua cubriera por encima de las rodillas. Adentro, adentro, adentro sin perder nunca pie. Lo más parecido a caminar sobre las aguas; un recuerdo infantil arraigado en la memoria viajera, quizá porque contradecía todas las normas de supervivencia playera de los adultos.
Teatro Romano de Cartagena
Créditos: Viajes de Primera
Por aquel entonces nadie hablaba de fenicios, ni de cartagineses, ni de romanos. Tampoco de los árabes, inventores de las encañizadas, un sistema de pesca que sigue vigente a día de hoy. Aunque fueron ellos, primero unos, luego otros, entre todos, quienes sentaron las bases económicas y sociales de los municipios próximos al Mar Menor, la laguna salada más grande de Europa, uno de los ecosistemas más frágiles de la geografía española, un rincón sonriente y lleno de luz que sabe a almendras, a mújol, a naranjas y (para los más afortunados) a langostinos, escasos y muy valorados.
Molinos de agua para extraer la sal en las
salinas de San Pedro del Pinatar
Créditos: Viajes de Primera
Pero, por encima de todo, la Historia del Mar Menor sabe a sal, el oro blanco de la Antigüedad. “Era tan valiosa que tendríamos que imaginarnos toda esta zona rodeada de murallas, incluso con torres defensivas”, dice Carlos Alarcón, responsable de producto de Salinera Española, señalando con el dedo las montañas inmaculadas, algunas porosas, como de nieve recién caída, otras lisas y resbaladizas, de hielo casi, que salpican la explanada principal de sus instalaciones, en el corazón del Parque Regional de San Pedro del Pinatar.
Talasoterapia
Créditos: Viajes de Primera
También fueron los romanos, amantes de los sabores intensos y necesitados de alimentos no perecederos para sus ejércitos, quienes fomentaron la salazón del pescado, (mojama de atún, huevas de maruca….), una de las tradiciones más apetitosas de la zona, que se mantiene muy viva, a veces, incluso, de manera artesanal, en San Pedro del Pinatar, por donde pasaba la Vía Augusta.
El tercer fruto, a modo de guinda, del maridaje entre sol y sal es la lodoterapia. En Lo Pagán, la zona costera de San Pedro del Pinatar, se alinean las pasarelas de madera que descienden hasta esos fondos escurridizos, oscuros y terapéuticos que tan de moda se pusieron ya en el siglo XIX, cuando el turismo de salud daba sus primeros pasos, embutido en bañadores rayados que lo cubrían todo.
Submarino Isaac Peral en el paseo marítimo de Cartagena
Créditos: Viajes de Primera
Hoy, un paseo cuajado de palmeras, pescadores, andarines y bicicletas separa las Charcas de las Salinas del Mar Menor, donde debería terminar una sesión tradicional de fangos, por los beneficios terapéuticos de sus aguas de alta salinidad. Aunque la profundidad máxima de ese mar –Belich, como lo llamaron los romanos- es de 7 metros, hace algunos miles de años era mayor, de manera que las embarcaciones de gran calado podían fondear en su interior, al abrigo de las olas y las tormentas, protegidos de los piratas mediterráneos por ese brazo de arena que es La Manga…
Javier Castro sobre la cubierta del Submarino
Siroco en la Base de la Armada en Cartagena
Créditos: Viajes de Primera
Porque por el mar llegan novedades, productos, noticias, ideas… Pero también ejércitos y asaltantes, de ahí que esta zona de la costa murciana esté repleta de murallas, de faros, de torres vigías, construidos con ahínco, especialmente durante el reinado de Felipe II; de ahí también la importancia estratégica del puerto de Cartagena, donde la Armada tiene la base de submarinos más importante de España, donde nació Isaac Peral, marino, científico e inventor del torpedero submarino, y escenario cinematográfico de La chispa de la vida de Mota y Hayek.
Tres municipios, Cartagena, San Javier y San Pedro del Pinatar, y dos mares, el Mediterráneo y el Menor; un sinfín de posibilidades entrelazadas por los años y los pueblos que han ido viviendo y trabajando en estas tierras y en estas aguas, a las que ahora se vuelve a mirar como si fueran nuevas porque conservan la sabiduría milenaria de los supervivientes. Porque para avanzar hay que revalorizar lo de siempre, recuperar la esencia que las prisas fueron desdibujando a ladrillazos. © Javier Castro y Beatriz de Lucas Luengo, Derechos Reservados Viajes de Primera Twitter: @ViajesPrimera