Revista Arte

El sueño de Goya

Por Rojotransitorio @rojotransitorio
El pelele

El pelele

Los prolegomenos en el mundo visible

Las pinturas tienen la extraña capacidad de evocar nuestros sueños. Y las pinturas de Goya parecen incluso algo más proclives a semejante insinuación.

El pasado 22 de Abril mi hijo Marc me comentó que tenia que asistir, junto a un compañero de clase, a una exposición de Goya que actualmente tiene lugar en Barcelona. Tenían que realizar un comentario sobre alguna de las pinturas expuestas allí.

Me sorprendió ¿una exposición de Goya? Yo no tenía ni idea, era la primera noticia que tenía. Tal como lo comentábamos, una imagen acudió a mi mente: El pelele. Una pintura que pude observar con detalle en cierta ocasión, tiempo atrás.

Tuve que insistir para que mi hijo me dejara acompañarle. Finalmente accedió a regañadientes. Ya se sabe que a ciertas edades (y sobre todo, ante sus compañeros o amigos) los hijos suelen renegar de sus padres… cosas de la pre-adolescencia.

Acudimos en coche a recoger al compañero de Marc, Sergi. Tras ello, nos dirigimos hacia la exposición.

Previendo que me costará aparcar por los alrededores del CaixaForum, ellos se apean a la entrada y yo me aventuro a buscar estacionamiento para el coche. Como es una zona cuyas calles y recovecos conozco bien (en la misma falda de la montaña de Montjuïc) confio que encontraré algo con presteza. Estoy ciertamente equivocado…

Pasada media hora, aun merodeo las inmediaciones sin éxito alguno. Tras mucha paciencia, diviso un espacio vacio… demasiado justo… ¿entrará? Entra más justo que la sexta sardina en un lata para cinco sardinas… pero entra. Espero que mi particular entierro de la sardina tenga, al menos, un buen fin.

Abandono el vehículo y tras unos minutos, me introduzco en el espléndido recinto del CaixaForum. A continuación, me acerco al edificio donde se encuentra la exposición… ¡¡vaya cola!!

Supongo que eso es lo que tienen las exposiciones gratuitas. Además, por su ausencia, deduzco que mis dos jóvenes acompañantes ya han entrado. Me armo otra vez de paciencia y me coloco al final de la cola.

La luz precede a la sombra

La luz que precede a la sombra

Mientras estoy en la cola, levanto la mirada y observo el cielo. El dia se pinta de blanco mullido y azul luminoso, lleno de luz, con esa luz tan única y maravillosa de las ciudades que acarician el Mediterráneo. Aprovecho el transcurso de la espera, para disparar una instantánea con la cámara fotográfica de mi teléfono.

Justo en el umbral de la entrada, pienso: curioso.. estoy a punto de acceder a una exposición titulada Goya, luces y sombras… abandono la luz… y entro en las sombras. Dicho y hecho. Tal como entro en la sala, la luz se convierte en una penumbra entre ocre y rojiza que, por sorpresa, pesa sobre los hombros.

Ya en el interior, avanzo rápido en la búsqueda de los estudiantes… Una vez los encuentre, ya volveré sobre mis pasos, para detener mi expectante atención/intuición en las primeras pinturas.

Entro en la primera sala grande y mis ojos son irremediablemente atraídos por una pintura colgada a la derecha: El pelele. Una amplia sonrisa se dibuja en mi rostro. Sabía que estaría allí. Pero ¿cómo podía saberlo? me pregunto. Tan sólo podía haberlo intuido. Pero resulta que mi intuición ultimamente anda tremendamente afilada. Mi intuición esboza, desde el inconsciente, casualidades demasiado increíbles para un mundo racional.

Tras detenerme un instante delante de aquella pintura, fruto de mi más aguda intuición, continuo la búsqueda de aquel par de jovencitos… ¿dónde se habrán metido?

Camino un par de salas más, atravesando las barreras humanas impuestas por pequeñas aglomeraciones, y los encuentro delante de otra pintura. Se trata de La novillada. Al parecer, ésta será la pintura objeto de su trabajo escolar. Les comento que quizás El pelele podría ofrecerles un comentario mucho más trascendente. Ni caso. Ellos continúan enfrascados en la recopilación de información para su pequeño ensayo.

Justo al lado de la pintura taurina, se encuentra una sala interactiva cargada de contenido audiovisual. Como es de esperar, después de abandonar el novillo, mis dos acompañantes se dirigen de cabeza hacia ella. Les sigo. En mi mente, todavía clama al cielo la revisión del pelele, pero me ratifico que encontraré algún momento para mi escapada, ante su imperiosa solicitud presencial.

En esa sala audiovisual encuentro otro pequeño tesoro, un ordenador en el cual corre una aplicación interactiva que se presenta de lo más golosa. Además, cuando fijo un poco más mi atención en la aplicación, una palabra resalta en la página de inicio: crónica, crítica, drama… y sueño. Y mi curiosidad sucumbe.

Sueño es la palabra que yo esperaba encontrar allí, en aquella exposición. Leo, como introducción, las siguientes palabras:

Goya pinta y dibuja con la intención de hablar de una idea o de denunciar alguna cosa. Pero también pinta imágenes que nos recuerdan los sueños o aquello que imaginamos cuando la mente vuela sin que nada la obstaculice. Parece que no tengan sentido, pero, en algunos momentos, Goya solo puede explicar la realidad huyendo de la misma. ¿Y cómo crea estas imágenes extrañas e inquietantes?

Tal como navego por aquel sustrato de los sueños de Goya, voy introduciéndome en su imaginación, en la recompensa de sus ensoñaciones diurnas, fruto, a su vez, de sus sueños nocturnos. Comienzo a notar como mi bello se eriza…

Acabo de engullir todo aquel apetitoso bocado que dispara mi propia imaginación y decido que ya es suficiente: El Pelele me reclama, y me debo a él. Estoy allí solo para introducirme en el sueño de un pelele, un muñeco manteado por Goyescas de risa puntiaguda.

Abandono momentaneamente a mis acompañantes a su (buena) suerte y vuelvo sobre mis pasos. Ya me encuentro delante de mi pintura, un oleo sobre lienzo de 267×160 cm. Lo cierto es que impresiona por sus dimensiones y por su aurea. Antes de (con)centrarme totalmente en ella, leo la pequeña reseña que hay a su izquierda. Nada nuevo. Sé que debo beber aquello que estoy buscando de alguna otra fuente: en el propio sueño de Goya.

Me coloco delante de la pintura, bien centrado. La observo con ojos jóvenes, de abajo a arriba. Parece que me haya estado esperando. Me extraño, una vez más, porque aunque la exposición esta abarrotada de almas, nadie se interpone entre mi mirada y la sutil presencia del oleo. Esa pintura desea hablar, entablar un dialogo, pero sólo con mi alma.

Comienzo a fijar todos (repito, todos) mis sentidos en esa metafórica creación de Goya. Siempre que he conseguido esa atención plena, fijar todos los sentidos en algo, el mundo circundante se va disolviendo, desapareciendo. Eso es, de hecho, lo que deseo en este momento.

El sueño en el mundo invisible

Mi experiencia sensorial se diluye lentamente y se traslada al mundo de las reminiscencias del mundo nocturno, aquel en el cual rigen los sueños. Paulatinamente voy acercándome a aquella linea que separa lo visible de lo invisible, la vigilia del sueño, el razonar del sentir, la tierra del agua.

Me aproximo a terrenos misteriosos, enfangados, pantanosos, donde se mezclan arenas de diferentes grosores y aguas de diferentes colores.

Algunos califican estos terrenos de yermos, y transitan rapidamente por ellos, sin detener la más mínima atención. Yo no, pues los conozco de otras experiencias y sé que una estancia indefinida en los mismos, permite obtener la clave de la infinita fertilidad de ambos mundos.

Y ahí es donde yo quería llegar: a un dominio en el cual mi intuición, el sexto sentido, sea capaz de atravesar los trazos de la pintura que los ojos muestran a mi espíritu… y contactar con el sueño que germinó la totalidad de la obra: el del autor. Sólo así podría obtener las respuestas que yo buscaba.

Porque mis agitadoras preguntas, las más profundas, aquellas que me habían plantado allí, delante de aquel lienzo, son las siguientes: ¿quiénes son esas mujeres que mantean al pelele? y ¿quién es ese muñeco inerte?

Poco a poco, mi intuida revelación se va inflando, toma el aire de chispeantes ensoñaciones que conectan el pasado y el presente.

La mujer más a la izquierda me habla, su lenguaje es confuso, repleto de letras de diferentes colores y tamaños. Demasiado joven, demasiado inconexa. Pero reconozco su magnetismo. En (demasiadas) ocasiones, su inocente atracción me sedujo, me cautivó sin yo desearlo. He desenmascarado al delirio, forma primigenia de la locura.

La mujer situada detrás, en el centro, posee una nariz amplia, ojos separados y una risa pérfida, desalmada. Su risa la delata de forma escandalosa. Cuando tengas la desgracia de escucharla, al mismo tiempo, podrás sentir como un anillo que oculta en su mano te desgarra cualquier dulce sabor que pueda albergar tu boca. Se trata de la desesperación.

La mujer colocada más a la derecha está ataviada con sugerentes gasas, su sonrisa es limpia, su boca es andrógina pero sensual. Una sensualidad que enloquece a los que la besan. Una vez te atrapa, será difícil deshacerte de su encanto. Ella y su hermana melliza, la desesperación, jugarán con tu alma hasta destrozarla. Sin ninguna piedad. Esa boca, la más dulce, la más amarga, pertenece al deseo.

¿Y quién es la mujer que se encuentra dándome la espalda? Mira al muñeco de forma serena. No se divierte con el manteo. Se sabe conocedora del último secreto que descubrirá aquella marioneta. Algunos muñecos habrán podido escapar al juego de sus tres compañeras, pero nunca al suyo. Ella, vestida de oscuridades y negruras, es la muerte.

Y ese muñeco con una máscara inexpresiva en la cara, con los miembros torcidos, casi descuajados. Ese espantajo que es manteado compulsivamente entre risas y silencios. Ese títere que busca una paz olvidada. Ese pelele era Goya… y ese pelele he sido, soy y seré yo mismo.

Dedicatoria

la linterna mágica

La linterna mágica

Esta entrada está dedicada a una Linterna Mágica. Sin la semilla que su mágica luz plantó en la pantalla de mi imaginación, todo este relato no habría tenido lugar ni en el mundo visible, ni en el mundo invisible.

Los puentes permiten el abrazo de dos riveras. Permiten el paso entre dos mundos, mientras por debajo, las aguas bailan al son de una luminosa banda sonora.

La magia es un puente que te permite ir del mundo visible hacia el invisible. Y aprender las lecciones de ambos mundos. (Paulo Coelho)

Si te ha interesado esta entrada, también te podría interesar: los Eternos, de la novela gráfica The Sandman.


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