La intención clara y directa de esconderme en esta unidad de guardafronteras, no tiene otra respuesta que la de mantenerme alejado de toda comunicación con el exterior, pero sobre todo, un intento por evitar que reciba noticias de lo que sucede en cuanto a la realidad cubana, por ende, apagar la posibilidad de escribir los post.
En realidad los extraño, pero cuántas cosas uno no extraña una vez que se comienza este camino de la disidencia, por ejemplo, aquellos que se hicieron pasar por amigos durante años y luego el miedo o los intereses personales les hicieron alejarse, y hasta hacer una labor de sátrapa –guiados por la Seguridad del Estado– para convencer a cuantos se acercaban a preguntarles sobre mi culpabilidad o no, sobre todo a los amigos mutuos de la intelectualidad extranjera, o cuando en alguna oportunidad, me confesaron ser agentes de la policía política, y me dijeron que “solo hacían un trabajo loable para que no dañaran a los jóvenes escritores”.
Lo fundamental es que no importa que me priven de mis libertades, que las aves entiendan que estoy en cautiverio y se resistan a darme compañía, que atrapen a los mizos y los lancen sobre la cama de un camión y los boten en lugares distantes solo para agredir mis sentimientos y socavar mis fuerzas, ánimos, voluntad. Pero lo cierto es que en respuesta a esas agresiones psicológicas, crecen, se multiplican y sueñan cada vez con la libertad para mi país. La necesidad de ser libres es primero que respirar.
Y sueño que habito ese espacio, que disfruto de esa circunstancia, y miro a mis hijos y nietos felices, sin susto de expresar sus sentimientos, ideas, criterios, sobre la realidad que los circunda, y en ese sueño, entonces regresan las aves, se comen las migajas de pan que les ofrezco, y los gaticos rozan mis tobillos, y se acuestan cerca, muy cerca, para que los acaricie.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión Unidad de Guardafronteras. La Habana. Febrero de 2015.