Revista Opinión

El sueño de los insurgentes

Publicado el 15 septiembre 2014 por Jamedina @medinaloera

General Jun Álvarez. Wikipedia.

General Juan Álvarez.

Ver un país verdaderamente libre, justo, igualitario, gobernado por la modestia y la honradez republicanas, fue el sueño de quienes con el sacrificio de su propia vida forjaron el México independiente.

A más de 200 años de ejercicio pleno de la libertad, los mexicanos hemos de lamentar que este sueño está aún lejos de cumplirse, ya que arrastramos terribles rezagos económicos y sociales.

La corrupción, y con ella la injusticia y la prepotencia, carcome como un cáncer los tejidos sociales, y lo peor es que no hay siquiera esperanza de que esta situación mejore, porque falta voluntad política para aplicar medidas correctivas de verdadera urgencia.

Muchos de quienes pudieran hacer algo por el bien común se mantienen en su pedestal atendiendo solamente a sus intereses de clase, no ven el abismo que les rodea porque nubes de aduladores lo impiden.

Los grandes fundadores de México eran de otra madera: Don Juan Álvarez, por ejemplo, insurgente desde 1810 y más tarde luchador contra la invasión extranjera, era tan modesto, tan humilde, que desconcertaba incluso a sus amigos.

Cuenta el historiador Luis González Obregón que cierta vez, sentado el general Álvarez en el dintel de la puerta de su hacienda de la Providencia, vio venir por el camino de México, y a todo escape, montado en un caballo, a un oficial del Ejército, que traía varios pliegos en la mano.

Llegó el oficial, apeóse violentamente, y al ver la humilde actitud y el traje sencillo de aquel hombre, le arrojó las riendas del caballo y le dijo con brusquedad:

–Paséalo.

Don Juan se levantó, tomó las bridas, y comenzó a pasear al animal. Entretanto, el portador de los pliegos entró a la casa de la hacienda, y al preguntar por don Juan Álvarez, una pobre mujer le dijo:

–Ahí está, el que cuida el caballo de usted.

El oficial, confuso, entendiendo su comprometida situación, salió y acercándose a don Juan, trató de disculparse, “mi general…”, pero Álvarez lo interrumpió y le dijo sonriendo:

–No tengas cuidado, muchacho, aquí todos somos iguales.

Artículo publicado por el diario La Crónica de Hoy Jalisco en su edición del viernes 12 de septiembre de 2014.


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