Revista Cine

El sueño de otra noche de verano

Publicado el 08 julio 2010 por Alfonso

El mundo cambia sin hacer ruido y los verdaderos avances sociales se instalan poco a poco en las sociedades, sin grandes manifestaciones, sin apenas darnos cuenta. Es cierto que ponemos fechas en rojo en los calendarios para recordar algunos hechos concretos: el final de una guerra, el nacimiento de una unión, el de un gran estadista o el de una mujer capaz de ondear la bandera que guía a un pueblo. Es así porque no somos capaces de ver, de acceder al completo y lento pero preciso camino que nos ha llevado hasta esa situación, al resultado que acaba pareciéndonos ideal y que pasa a instalarse en nuestras vidas, en nuestro día a día, en nuestros genes; el afán por el querer anotar y reducir a la mínima expresión cualquier acto humano.
A ningún español le parece hoy que el matrimonio que no comparte su ilusión diaria haya de estar condenado a respirar sulfuro y negaciones, que pueda trampear y escapar impune de las afiladas garras de la Hacienda Pública -¿somos todos?-, algo hasta ayer muy normal. Quizá, mañana, pueda compartir ascensor con una pareja de homosexuales sin reafirmarse en su heterosexualidad, ver a once futbolistas jugar la final de un campeonato con el hastío de lo ya vivido. Quizá, pasado mañana, ojalá,
el trabajador esforzado o el pensionista hormiguita pase a considerar a las cajas de ahorros como otro banco cualquiera, no como entidades al servicio de todos que invierten en arte o dan préstamos para que compremos un automóvil nuevo por el placer de hacernos la vida más fácil y agradable, y no para perpetuar a sus garantes en su propio mundo, ese de pusilánimes que, una vez que encuentran acomodo en un refugio seguro, huyen del mestizaje, de la infección de lo desconocido; de que pasen a ser situadas en el mismo plano de quienes crean titulares alertando del peligro del descenso de los créditos si el Banco de España implanta su severa contabilidad -no siempre 2 y 2 suman 4, vaya-, como si el alboroto no fuese en realidad una amenaza, como si las cataratas de la pobre viuda que sale con su silla a la fresca en las noches veraniegas le impidiesen distinguir las sombras de los fantasmas. También, que no se asombre cuando una directora general del Tesoro anuncia, a bombo y platillo, que los políticos, familiares y allegados incluidos, van a ser sometidos a una “vigilancia esforzada”, y vea el texto escrito en papel con tinta indeleble o deba abandonar su puesto sin paga alguna por incumplimiento. Que no deba renunciar al capital norteamericano, chino e indio, por utilizar al resto del planeta como robots de bajo consumo una vez desarbolados los sindicatos y estructurada la nueva sociedad en una comunidad de múltiples y pequeñas ayudas sociales.
Acaso en un futuro de buen gobierno, pueda decidir entre la mayoría y su minoría, que entre San Fermín, el Carles Puyol de turno, el calor, la amenaza del desempleo, la pulsión sexual, el camión de la basura o las verbenas por Santiago, la Virgen o San Roque y su perro, pueda escoger el colchón, el dormir, el descansar, sin ser tachado de inocente, simple, antisocial o antipatriota, sino simplemente de soñador. De creer que todo es posible cuando cierra los ojos.
EL SUEÑO DE OTRA NOCHE DE VERANO
Banco de España (Madrid, circa 1900)

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