Les juro que no me lo he leído porque le hayan dado el Nobel. Además de que tengo una extraña relación con los últimos premiados (siempre me prometo leerlos pero descubro algo más apetecible), si no encuentran en este blog ninguna novela de Vargas Llosa es porque me las he leído (casi) todas desde la adolescencia.
Lo primero que pensé al empezar el libro es que El corazón de las tinieblas ya lo había escrito Joseph Conrad, así que me sonaba lejísimos que el que había pasado por las visitadoras, hecho la guerra en el fin del mundo o novelado como nadie las atrocidades de Trujillo se diese una vuelta por el Congo para contar las salvajadas de la época de Leopoldo II.
Luego seguí tratando de entender qué había llevado a Vargas Llosa a pegarse la paliza de documentarse para hacer un biopic literario de un héroe de la lucha ¡irlandesa! por la independencia. La vida de Roger Casement, indudablemente interesante aunque desconocida supongo que hasta por los propios irlandeses.
A estas alturas, mediada la novela, ya andaba yo bastante mosca, entre los saltos espacio-temporales que van desde Pentonville Prison al Congo y de Irlanda a las caucherías del Putumayo, pasando otra vez por la celda de Pentonville en la que Roger espera ser indultado o morir en la horca . Así que ya me preparaba yo para un comentario negativo de mi en tiempos admirado Vargas Llosa, en clara venganza por tanto tiempo sin escribir novelas y haciendo pijadas por los teatros con la Aitana Sánchez-Gijón.
Pues no he podido. No es desde luego su mejor novela. De hecho no sé siquiera si es una novela, de tanto pretendido dato histórico como se percibe, pero el que tuvo retuvo y hay sobrados atisbos del maestro. Así que, al final, a pesar de tanto lío, de pasar por Londres, París, el Congo, Irlanda, La Amazonía y la Alemania del Kaiser. A pesar de todo eso, que pasa por la novela como un documental de la 2 de factura impecable, me quedo con los momentos de la prisión, las sensaciones que ahí es capaz de transmitir merecen por sí solas la lectura del libro.