Lo ha insinuado Jiménez Villarejo, pero por si no ha quedado claro, lo digo yo abiertamente: El Tribunal Supremo está cada vez más cerca de parecerse al viejo Tribunal de Orden Público franquista.
Como he mencionado en el grupo de Facebook Jiménez Villarejo se plantea por qué el Tribunal Supremo tiene que ser un órgano intocable como en los tiempos de la dictadura, sin que se le pueda criticar libremente sin que seamos advertidos o amenazados. Finaliza su entrevista con un categórico “¿Qué se han creido?“.
En mi opinión, razón no le falta al ex-Fiscal Jefe de Anticorrupción, pues resulta cuanto menos curioso que con independencia del fondo del asunto e incluso de la escasa moralidad de los demandantes y si me apuran, de la hipocresía de quienes les apoyan, el sistema judicial de nuestro país haya llegado a un punto en que, si un Juez dicta una resolución contraria a los intereses de una parte, ésta, en lugar de emplear las herramientas que el sistema prevé a todos los mortales, tire por la calle del medio, denunciándole por prevaricador.
Pero aún me llama más la atención que todo esto se produzca basándose en una Ley que, según los demandantes, fue aprobada en Cortes y por tanto no susceptible de amparo jurisdiccional, mientras otro alto tribunal dirime sobre la validez jurídica de una norma aprobada en otras Cortes, las Catalanas y posteriormente estudiada y reformada por esa misma institución.
Dice un viejo refrán que “o aquí follamos todos o la puta al río“, pero lo que en realidad me preocupa, como ciudadano y como Abogado, es la terrible imagen que está causando a todo el mundo el poder jurisdiccional y en especial, su órgano de gobierno, que no admite ni la más mínima crítica de su gestión.
Efectivamente. ¿Qué se han creido?
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