Los filósofos Hobbes, Locke y Harrington reflexionaron sobre cómo constituir un gobierno capaz de evitar en el futuro los trágicos acontecimientos que se produjeron. El pesimista Hobbes optó por un gobierno omnímodo donde el soberano pudiese mantener a raya a sus súbditos. Pero Locke y Harrington, algo más optimistas, enfocaron el asunto desde otra perspectiva. Un poder omnímodo capaz de atemorizar a todos podía, en el mejor de los casos, asegurar nuestras vidas en un contexto de paz, pero en absoluto podía garantizar los derechos de los ciudadanos. Por lo tanto la solución óptima no viene de un gran poder sino de cómo controlarlo para paliar sus posibles excesos. En la línea sugerida por Montesquieu, los ingleses Locke y Harrington vieron la solución en dividir el poder del estado para que uno pudiese contrarrestar los posibles excesos del otro. Esto es, que el legislativo y el ejecutivo estuviesen enfrentados en mutua vigilancia.
Voltaire, Rousseau y Montesquieu
"La Declaración de Independencia", de John Trumbull.
Posteriormente Adam Smith, heredero de las teorías fisiocráticas en un país industrializado como Inglaterra, se convierte en el constructor de las bases teóricas del liberalismo. En el trabajo y no en la tierra se encuentra, según él, el origen de la riqueza. El interés particular natural incita a producir mercancías que adquieren su valor de cambio en el precio de mercado, siguiendo la ley natural de la oferta y la demanda. Por medio de la libre competencia, la división del trabajo y el libre comercio, se alcanzarán la armonía y la justicia social. El Estado debe prevenir los peligros exteriores e interiores pero sin intervenir en el mecanismo de las leyes económicas.
Adam Smith
El liberalismo económico se constituye así en el equivalente de las nuevas doctrinas en el campo de la economía. Propugna un ordenamiento natural, no controlado por el Estado, en el que la propiedad y la iniciativa privada, la libre concurrencia y el comercio, garanticen la prosperidad económica y el progreso social (laissez-faire, laissez-passer). La revolución industrial transformó, gracias al maquinismo, los métodos tradicionales de producción (artesanía, manufacturas, trabajo a domicilio) en formas de producción industrial masiva. En el mercado mundial, la supremacía comercial dio paso progresivamente a la supremacía industrial. En Inglaterra, el capital invertido en la industria procedía de las colonias, la deuda pública, el sistema tributario y el proteccionismo. La oposición entre las clases configuradas por la nueva sociedad industrial –empresarios privados (capitalistas) y obreros asalariados (proletarios)-, así como sus contradicciones, serán posteriormente denunciadas por el socialismo
Junto al concepto de liberalismo, hay que introducir el de “Republicanismo”, en el sentido en el que la nueva historia de las ideas sostuvo: un modelo político tomado de los clásicos que va mucho más allá de la forma política, como hoy entendemos la dicotomía Monarquía/República. De hecho, va tanto más allá que no es incompatible con la Monarquía, porque lo que significa y alimenta sus fundamentos es aquel gobierno que atiende al bien común, que se sostiene en la virtud cívica, y que se diferencia del liberalismo por no creer tanto en el interés particular y llegar al bien común, y creer más en la acción y la virtud ciudadana o cultura cívica para llegar al mismo objeto.
Cuando se habla de forma de gobierno se hace referencia a la forma externa que adopta el Estado, que puede organizarse como Monarquía o como República. En el Nuevo Régimen originado, caracterizado por el constitucionalismo, la Monarquía ya no podía ser otra cosa que constitucional en una de sus tres variedades. La primera fue la Monarquía de Asamblea o revolucionaria, caracterizada por el gran poder que se concentró en una Asamblea única (Cortes con una cámara). Los poderes se separaron como en todos los sistemas constitucionales, quedando el poder ejecutivo en manos del rey. Este sistema fracasó porque no hubo forma de armonizar ambos poderes. En Francia le cortaron la cabeza a Luis XVI y, en España, Fernando VII se cargó todo lo avanzado en las Cortes de Cádiz.
La Asamblea Nacional Francesa Constituyente
La segunda variedad fue la monarquía puramente constitucional en la cual el mayor poder se concentraba en manos del rey, un sistema propio del ámbito alemán en el cual se consideraba que el poder real se podía limitar pero no anular del todo puesto que, en ese caso, ya no podía seguir llamándosele monarquía.
La tercera variedad, la de mayor trascendencia y desarrollo histórico, fue la monarquía de gobierno parlamentario copiada de la práctica inglesa. Se introdujo en el continente por primera vez en Francia tras la derrota de Napoleón. Tuvo como modelo la Constitución belga de 1831 y se impuso en toda Europa a excepción del ámbito alemán.
La República tuvo menos problemas para organizarse desde el comienzo puesto que carecía del problema propio de una Monarquía: un poder permanente. El modelo republicano por excelencia fue el que se estableció en las Trece Colonias (hoy USA). Es el sistema presidencial que responde a la separación clásica de poderes, con un Presidente elegido que ejercía el poder ejecutivo bajo su responsabilidad. Por el contrario, en Francia apareció a finales del siglo XIX un modelo de república que ha pasado a ser el propio de Europa: la República parlamentaria de la III República francesa. En ella el Presidente es el jefe del Estado, como el rey, dejando la jefatura de gobierno al gabinete de ministros responsables antes las Cortes. A partir de estos escenarios, América se constituyó en el espacio de las repúblicas presidenciales y Europa en el de las repúblicas parlamentarias.
* Artículo original publicado en Nueva Revolución el 16 de abril de 2017.