Revista Arte

El Surrealismo como una forma de comprendernos mejor nosotros y el mundo.

Por Artepoesia

El Surrealismo como una forma de comprendernos mejor nosotros y el mundo.
A principios de los años veinte unos creadores comienzan a idear ya una expresión distorsionada (no irreal) de las cosas. Y este matiz es importante, porque lo que empezaron a desarrollar con sus creaciones no eran manifestaciones de irrealidad, sino de una proyección alterada del mundo, del Hombre y de sus invenciones. Por esto el término surrealista (sub-realismo), debajo de, en otro nivel del mismo centro, se ajustó más a lo que ellos preconizaban con su Arte.
Cuando queremos exponer manifiestamente la sensación de una experiencia diferente, no asimilada a lo que frecuentan nuestros ojos y nuestro consciente, lo llamamos convencidos surrealista. ¡Qué cosa más surrealista! ¡Es surrealista! Y cuando lo decimos estamos haciendo dos cosas básicamente: comunicar lo incomprensible, pero vivido, existente sin embargo, de algo; y alcanzar a tranquilizar nuestra conciencia, a calmarla, con la expresión casi catártica que supone el pronunciarlo.
¿Cuántas cosas son realmente surrealistas? Hasta tal punto llegaron los creadores a comprender que todo el mundo era un universo surrealista, que compusieron tantas obras alteradas -los pintores en este caso- que reflejaron así casi todas las cosas que, se suponen, son realistas. Cuando René Magritte, el gran surrealista belga, compuso su obra Recuerdo de viaje en 1955 nos ofreció un paisaje aséptico, limpio, existente en el mundo -la costa sugestiva de una playa y su cielo-, con unas piedras desperdigadas que mimetizaran además con su substancia una vela y su soporte. ¡Que tremendo choque de cosas!
Pero, sin embargo, así representará lo que es el mundo que vivimos; no el mundo, no, sino el que vivimos nosotros. Y esto es lo que el surrealismo conseguirá, desanudar la vida, el mundo que nos acoge en sus límites, de la visión interior que nosotros mismos tenemos de ella. Por esto el psicoanálisis, propulsor cronológico de esta tendencia, fue la textura sólida que utilizaron los surrealistas para sostener o justificar teoricamente -aunque ellos poco lo necesitaban- frente a los demás sus manifestaciones artísticas.
¿Cómo podemos sobrellevar la vida tan alienante que hemos llegado a construir los seres humanos? Por esto el surrealismo es una forma de exaltación de lo incomprensible; como lo es el humor, como lo es la capacidad para relativizar y sosegar las emociones. Queremos entender las cosas -el mundo científico- que nos rodean, y lo estamos consiguiendo cada vez más. Pero, sin embargo, ¿podremos avanzar en comprendernos a nosotros mismos? Por esto, el mejor modo de encontrar una forma de soslayar lo incomprensible fue el surrealismo. Algo que, a veces -las más-, nos deja abatidos e insatisfechos. Y esto es así porque no podemos alcanzar a ubicarlo. Lo incomprensible, lo distorsionado, lo que no es de ningún modo, también lo fracasado, sí, lo fracasado -lo que no alcanzó a ser real o posible-, no podemos ni queremos entenderlo. Cuando es, precisamente, en el hecho de aceptar lo que nos puede suceder -queramos o no- en nuestra vida contingente, fútil y caprichosa, lo que nos conseguirá reconciliarnos así con ese mundo y con nosotros.
(Obra de Paul Delvaux, El diálogo, 1974, Bélgica; Óleo El escritorio antropomórfico, 1936, Dalí; Cuadro La tentativa de lo imposible, 1928, René Magritte; Lienzo La vestimenta de la novia, 1939, Max Ernst; Cuadro Armonía, 1956, Remedios Varo; Obra de René Magritte, Recuerdo de viaje, 1955.)


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