Pasas de canal en busca de algo que ver, y de repente te aparece en pantalla una Kardashian que tan solo por mostrar las excentricidades de un trasero grotescamente descomunal y unos morros henchidos de bótox se gana millones, mientras que los que se parten el lomo día sí y día también cada vez lo tienen más jodido para llegar a fin de mes. Es entonces cuando buscas en Youtube algún vídeo que tenga algo más interesante que ofrecer. Tonto de ti, claro, que justo vas a meter las narices en esa fauna de youtubers-niñatos que se creen líderes de opinión y que ganan tanto dinerito como visitas tiene su último gran vídeo, en el que se dedican, cómo no, a contar única y exclusivamente soberanas gilipolleces.Ya ni te digo en Instagram o Facebook, esas grandes plataformas donde los egos de los graciosillos sin gracia, las reinas del Photoshop y los charlatanes que hablan de todo sin tener ni idea de nada crecen a ritmo vertiginoso con cada nuevo like, la droga más potente de nuestra era.
Y todo este circo en el que se ha convertido nuestra sociedad se debe a que la meritocracia ya no está de moda. Aquí lo importante es vender, ganar visitas, ser el amo de los me gusta. Da igual si no cantas bien ni el cumpleaños feliz, si escribes igual que un niño de primaria o si te dedicas a grabarte a ti mismo hurgándote la nariz, ¡porque el talento es lo de menos, my friend!