Argentina está bastante lejos de los tiempos en los que José Pékerman manejaba todo el circuito en las divisiones juveniles de la selección argentina. Los proyectos de cracks siguen apareciendo en el fútbol argentino, junto a Brasil, la gran fábrica productora del mundo. Pero donde antes brillaban diez futbolistas con potencial de crack, ahora, a duras penas, surgen dos o tres. Los últimos campeonatos sudamericanos son la mejor prueba de esta escala involutiva, con su punto auge en el campeonato que terminó la semana pasada en Perú.
Pekerman fue elegido por Julio Grondona, presidente de la AFA, para tomar el rumbo de los equipos juveniles en 1994. Ya había trabajado en las divisiones Inferiores de distintos clubes. Terminó quedándose con el puesto gracias al proyecto que presentó para un trabajo a largo plazo, en la convocatoria que había realizado Grondona.
Ganó los Mundiales de Qatar 1995 y Malasia 1997. En 2001, el equipo juvenil salió campeón mundial con jugadores como Saviola, D´Alessandro, Burdisso, Coloccini, Romagnoli, Maxi Rodríguez, Chori Domínguez, entre otros. Fue el último equipo que condujo Pekerman, quien pasó a dejarle el lugar a su mano derecha, Hugo Tocalli.
En 2003 no se logró la corona mundial, pero si la sudamericana en Uruguay, con hombres como Tévez, Cavenaghi, Gonzalo Rodríguez, Belluschi, Mascherano, Pablo Zabaleta y Jonás Gutiérrez. A partir de 2005 –la dirección técnica fue de Francisco Ferraro, ya que Tocalli se mudó como ayudante de Pekerman en la Mayor- empezó a bajar la calidad, pero explotó Messi en el Mundial ganado en Holanda, secundado por Gago, Agüero, Ustari, Biglia y Garay. En 2007, el último Mundial del proceso Pekerman, se destacaron en la conquista del Mundial de Canadá jugadores como Agüero, Mauro Zárate, Sergio Romero, Fazio, Emiliano Insúa, Banega, Piatti, Moralez o Di María.
El trabajo de Pekerman llegó a su final. Tocalli, pese a que quería seguir, terminó sin renovación en su contrato para continuar la obra en las categorías menores de AFA. Grondona se inclinó por darles lugar a los campeones Mundiales de 1986. Héctor Enrique se hizo cargo del Sub-15, José Luís Brown del Sub-17 y Sergio Batista del Sub-20. Gente sin experiencia en el manejo de jóvenes, sin antecedentes en la docencia del fútbol y poca capacidad para la conducción que requiere una tarea tan artesanal como ésta.
Haberse quedado afuera del Mundial Sub-20 de Egipto 2009, donde se soñaba con ir por el tricampeonato, fue el primer síntoma de que las cosas no iban bien. Los nombres más destacados de esa frustración fueron Salvio, Musacchio, Cristian Gaitán y Di Santo, lejos, muy lejos, de la camada anterior.
Se fusionó la poca capacidad del grupo de trabajo elegido por Grondona con un menor brote de jóvenes de calidad. En los últimos años en el fútbol argentino, los juveniles se acostumbraron a debutar cada vez antes, con una mayor exposición a la fama, los empresarios y los representantes a una edad muy temprana. Llegan a Primera habiendo quemando etapas necesarias de aprendizaje, creyéndose estrellas de manera inmediata y con poca predisposición a la evolución, el sacrificio y la disciplina. Una suma de factores que da como resultado un nuevo fracaso en este nuevo Sub-20.
Perazzo, el entrenador del equipo, no tiene credenciales ni como formador ni como técnico. No supo preparar ni coordinar un plan de juego más que la acumulación de gente en defensa, sin sentido, y pelotazos para que Iturbe, el crack de turno –que ni siquiera se formó en la Argentina, sino en Paraguay-, resuelva individualmente lo que en conjunto no se puede. A su vez, cuenta con un plantel de menor relieve que los anteriores. Solamente Hoyos y Battaglia acompañan a Iturbe. Los jugadores con cartel, como Funes Mori, Araujo y Galeano, demostraron poco.
La gran pregunta por estos días en la Argentina, demasiado anticipada pero válida, pasa por saber qué habrá después de Messi, Pastore, Agüero, Tevez, Higuaín. El panorama, por ahora, llama más a la preocupación que a la esperanza.