En más de una ocasión he comentado con mi hija maestra la conveniencia de valorar en los exámenes no sólo la respuesta sino también el esfuerzo. Esto es muy difícil de hacer y de mantener porque tenemos tendencia a ir a lo fácil, a lo cómodo (todos, maestros y alumnos). No es lo mismo una respuesta académica impecable dada por alguien “que ha sido hecho para eso”, que una respuesta regular o incluso deficiente para alguien que sabes que tiene dificultades pero te consta que se ha esforzado. ¡Qué pocos enseñantes tienen en cuenta este elemento! ¡Qué fácil es valorar el talento! ¡Qué difícil es ver el esfuerzo! ¡Qué importante es la actitud ante la vida!
Hay una parábola atribuida a Jesús en uno de los cuatro Evangelios, el de San Mateo, que nos habla ahora, dos mil años después, de este tema. No sé porqué fue uno de esos episodios que se te quedan muy marcados cuando eres pequeño. Ya entonces percibes algo importante. En la Parábola de los Talentos hay un trasfondo de justicia. No me preguntes porqué desde siempre he estado tan hipersensibilizado a la justicia, que no lo sé. Intento recordar desde niño y no encuentro haber sufrido tantas ni tan importantes injusticias; alguna si, como la de que cuando mi padre se enfadaba conmigo sabía cómo “llegarme” diciéndome que dejaría de ser el mayor y que mi hermano segundo pasaría a ser el primero, por ejemplo. Recuerdo que yo reaccionaba muy mal (internamente, por supuesto, no sea que lo supieran desde fuera) y me sentía fatal; pensaba que aquello era una injusticia.
Pero volviendo al Evangelio que nos ocupa y para quien no lo sepa, le diré que los mensajes de Jesús para “llegar” a las personas, tenían forma de parábolas (que debían llegar dando un pequeño rodeo). No hay que olvidar que aquella era gente sencilla, incluso simple, pero no por ello menos intuitiva.
Yo te recomendaría que antes de seguir adelante, echaras un vistazo la Parábola de los Talentos (son sólo unas pocas líneas), te hagas tu propia composición de lugar, y luego, si quieres sigue leyendo desde el siguiente párrafo.
Es evidente nuestra tendencia a valorar el talento y admirarlo; pero lo bien cierto es que este tiene el valor que tiene porque ha sido dado por la naturaleza y por lo tanto no tiene más mérito que lo que te haya podido tocar en una rifa. La cuestión meritoria se halla en el esfuerzo para desarrollarlo. Para que lo entendamos: Alguien nace con un Coeficientede Inteligencia de 130, lo utiliza y consigue unos determinados logros, pero otro, con un CI de 100, con su trabajo y esfuerzo, va y consigue lo mismo. El primero quizá, se ha vanagloriado de su “potencial” y se ha limitado a balancearse. El segundo, siendo consciente de su capacidad, ha luchado con ella para lograr unos objetivos. ¿No ves tú más valor en el esfuerzo de este segundo que en la mera utilización de lo que tiene en el caso del primero?
Esto nos puede llevar a confusiones si no observamos correctamente. Podemos ver que los dos son “ricos” (hay muchos tipos de riqueza), por ejemplo, pero si no estamos alerta (bien despiertos), no veremos los talentos de que dispone uno y otro, y por lo tanto difícilmente podremos valorar la “rentabilidad” que le ha sacado cada cual a su potencial de partida.
Jesús de Nazaret, como judío que era y al hablarles a los judíos, utilizaba un ejemplo de rentabilidad económica para que se le entendiera. No sé si el mensaje llegaría como él deseaba, pero si no perdemos de vista de que para la gente sencilla vale más el cómo se dice que lo que se dice… pues quizás a alguien llegaría. Pero mira por donde, algo tendría cuando algunas personas tomaron nota de ello para que llegara a la eternidad. No voy a hablar de porqué sólo uno de los cuatro evangelistas recogiera esta parábola, ni de que no fueron testigos directos y recogieron la tradición hablada, ni de las manipulaciones y traducciones después de dos mil años (ves a saber lo que pasó realmente), ni de en lo que se han convertido sus seguidores, ni siquiera hablaremos de otros evangelios denominados apócrifos... Todo esto lo dejaremos para mejor ocasión. En estos momentos sólo nos interesan unas palabras sabias que nos vienen de los amaneceres de la civilización.
No se trata de juzgar, sino de reflexionar y llegar a conclusiones menos superficiales, más profundas, sobre el regalo del talento (la vida también es un talento en sí misma), el uso que hacemos de él y la rentabilidad que le sacamos. No es sólo para mirar hacia afuera, sino sobre todo es para mirar hacia adentro.
Caña a quien teniendo talentos, los malgasta en veleidades desperdiciando su vida.
Juan-Lorenzo[email protected]