Revista Espiritualidad

El tarot poético prohibido de h. ruano. capítulo 5.

Por Vanessa Vanessa Guízar Marín @PortalEspejo

El diablo, la fuerza y el carro.

EL TAROT POÉTICO PROHIBIDO DE H. RUANO. CAPÍTULO 5.
Don Pepe Luis Cosío era amable y excelente persona. Al menos eso era lo que les aseguraba a sus hijas y yernos el doctor Antúnez sobre su abuelo cada vez que lo traía a colación en la mesa, cosa que le gustaba mucho, por la increíble historia cuyo desenlace habían conocido hacía un par de años. Las hijas y yernos no creían que fuera tan excelente persona, pues había abandonado parcialmentea su familia al perseguir un delirio absurdo, pero no decían nada.
Ocurre que Don Pepe Luis se encargaba de los efectos especiales de un espectáculo de magia y acrobacia exitoso en los años 1920’s, “El conde brujo de Tequisquiapan”, del cual el doctor atesoraba enmarcados algunos carteles vintage, que engalanaban el corredor que daba al baño de visitas para asegurarse de que el mundo (sus conocidos) los viera. No obstante, después del misterioso suceso en que la esposa de Iván Jara (alias “El conde brujo de Tequisquiapan”), creó un supuesto juego demoníaco con su libro de poesía basado en el Tarot, Don Pepe Luis, al parecer, perdió la cordura y se mudó a la choza donde había vivido de niño, a las afueras de un pueblo pequeño, seguro de que sus cartas le dictaron que tenía que vigilar ese camino largo y solitario, porque una bestia acechaba para alimentarse de las personas, emisaria del mismísimo Diablo. El día que su yerno falleció, Don Pepe Luis se apareció en la casa de su hija, como solía hacerlo ocasionalmente, para consolarla a ella y a sus dos nietos: José Alfonso y Jorge Luis. Al verlos afligidos, Don Pepe Luis finalmente cedió a internarse en una casa de reposo y dejó la antigua choza. 
Jorge Luis, el nieto menor, no había tenido mucho éxito en la vida a pesar de haber terminado con honores dos carreras universitarias, y el único que lo apoyaba moralmente era Don Pepe Luis, un poco porque la soledad de Jorge Luis le conmovía, y también porque le agradaba que, como él lo había hecho en su juventud, Jorge se dedicaba al teatro, motivo por el cual le enseñó varios de sus trucos para hacer efectos especiales en escena con los recursos disponibles. Cuando Jorge Luis se quedó en la calle, supo que era a su abuelo a quien debía recurrir, y se instaló en la choza abandonada. Lo bueno fue que Don Pepe falleció antes de descubrir que no tenía tanto en común con su nieto menor como creía. 
A aquel camino, que Don Pepe Luis custodiaba sin saber a ciencia cierta por qué, mientras estaba desierto, excepto por un viejo farol de gas que él instaló, lo nombraron “calle Farol”, y construyeron en 1993 varias casas de interés social, que terminaron llenas de personas inocentes, a las cuales Jorge Luis atormentó en las noches con ayuda de los trucos de su abuelo y el hecho de que nadie se dio cuenta de su existencia, a pesar de que la choza estaba en las inmediaciones del vecindario, sólo separada de ellos por una nueva súper carretera. La situación culminó en que tres de aquellos vecinos despistados terminaron muertos entre las fauces del perro de Jorge Luis, Zaratustra, de la manera más estúpida. La agria carta que Jorge Luis dejó tras su suicidio, y que se publicó en algunos diarios, impactó a su hermano, el doctor Antúnez, y a toda su familia, sobre todo porque el doctor pensó que podría haber evitado que eso sucediera. Durante largo tiempo, se sintió culpable, porque pensaba que Jorge Luis tenía razón en cuanto a que el peor mal de la sociedad es la indiferencia con el otro. Él mismo sentía que había sido indiferente a la decadencia y amargura de su propio hermano, y consideraba una negligencia no haberlo buscado en dieciocho años, por la ira que le ocasionó su actitud en el pasado. Pero también cayó en la cuenta de que la profecía de la bestia se hizo realidad, y narraba siempre entre bocado y bocado cómo le pareció increíble que su abuelo hubiera ocasionado sin querer lo que trató de evitar a costa de arruinar su matrimonio y su vida. 
A la hija menor del doctor Antúnez, Úrsula, también le parecía una historia interesante, y le preguntó a su padre en una ocasión sobre el juego aquél del Tarot. 
—De eso no tengo la menor idea. No me contaron gran cosa. Pero ¿se dan cuenta de que la bestia sí llegó para alimentarse de las personas al camino solitario, sólo que años después?
—Nos dimos cuenta desde la primera vez que lo contaste, papá— contestó adusta otra de las hijas del doctor. 
Úrsula pensó que algo tendría que haber en Internet sobre el asunto. Puso en el buscador algo como “Tarot + poesía + el conde brujo de Querétaro” y de inmediato se desplegaron varios artículos sobre el “Tarot poético prohibido de H. Ruano”. Deseó haber hecho eso antes, y por lo menos añadirle nuevos capítulos a la curiosa historia del bisabuelo. En esos artículos, se relataba -en un maremágnum de pésima redacción y faltas de ortografía- una leyenda urbana sobre una bruja que mató o enloqueció a los que la rodeaban, Hilda Ruano, pero nada tan diferente a lo que sabían. 
Al paso de varios meses, tal vez un año, en que Úrsula olvidó el asunto, el doctor Antúnez por fin logró que un funcionario le revelara la fosa común en la que habían enterrado a su hermano, y aunque ya era imposible exhumar el cuerpo, pudo recuperar una caja con algunas pertenencias de Jorge Luis, que estaba arrumbada en una bodega de la policía. La llevó a su casa, pero no se atrevió a abrirla. Úrsula sí. Entre varios libretos de obras de teatro extrañísimas, las tarjetas donde el tío perturbado anotaba los pormenores de su acoso a sus vecinos, el collar de Zaratustra y un módem inservible, venía un álbum de recortes que pertenecía al abuelo Pepe Luis. En su mayoría, todo su contenido era referente al espectáculo en que él trabajaba, pero más o menos a la mitad estaba transcrito en su totalidad el libro del Tarot Poético, con el instructivo. 
A Úrsula y sus amigos les gustaban las emociones fuertes, así que ella pospuso el momento en que revelaría su hallazgo a la familia, y sugirió a sus amistades que en la expedición a Tepoztlán que tenían planeada, jugaran al “Tarot poético prohibido de H. Ruano” envueltos en el misticismo del monte, y así crear su poesía colectiva, o tal vez un oráculo. Les pareció fantástico, a pesar de que alguien se encargó de recordar el gran fiasco de la Ouija del 2007 en Valle de Bravo, y alguien aseguró que podía aportar las cartas. 
Todo lo necesario para acampar, incluido el librito de Hilda Ruano, estaban ya en la maleta de Úrsula. Se calzó las botas de montaña y se empinó la malteada de vainilla, para descender corriendo las escaleras del edificio donde estaba su departamento, emocionada por el fin de semana que pasaría. Abajo, esperó el auto de su novio, pero antes que él arribó un Jaguar negro majestuoso. Descendió una mujer de unos sesenta años, guapa y elegante, con unos ojos azules peculiares, que le preguntó si su nombre era Úrsula Antúnez. Al recibir respuesta afirmativa, le inquirió entonces si había compartido la copia del Tarot poético con alguien más.  No era así, todavía.
—Por favor, sube al auto, mi madre desea hablar contigo. 
Úrsula se negó, con la desconfianza que tendría cualquiera, y además impactada de que alguien más supiera del asunto del Tarot, pero al ver que en el asiento trasero del coche estaba una anciana que le sonreía con dulzura, se le acercó para escucharla, aunque sin entrar en el vehículo.
—Hola Úrsula. Mi nombre es Iris Gabaldón. —le informó la gentil y distinguida señora—Tu ímpetu desbocado, las pecas por todo el rostro y ese cabello negro desordenado me recuerdan mucho al querido Pepe Luis…
La otra dama se había colocado detrás de Úrsula, y de inmediato explicó: 
—Mis abuelos paternos eran Hilda Ruano e Iván Jara, los mejores amigos de tu bisabuelo. Lo que mi madre quiere es advertirte sobre lo que tú y tu grupo de amigos piensan hacer… tan a la ligera. 
Úrsula se sentó en el Jaguar, al lado de Iris, y su hija le dio vuelta al auto y se sentó con ellas del otro lado. En el momento en que cerró la portezuela, el chofer arrancó abruptamente. CONTINUARÁ…
Imagen "Horror hecho añicos" cortesía de hyena reality, "Tigres de Bengala" de anankkml y "The Triumph Mayflowe" de Serge Bertasius Photography en FreeDigitalPhotos.net
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