Me es muy difícil resumir en pocas palabras la experiencia vivida en Buenos Aires, el paisaje humano y su fuerza me han dejado caos, la intensidad se me instala en todos mis sentidos, un viaje casi iniciático, donde me encuentro con un país lleno de preguntas, el arte acampa a sus anchas, y los virtuosos de la inspiración aparecen por doquier, violinistas, actores, actrices, pintores, payasos, circo y mas circo, son el sazonamiento de una ciudad caótica y desmesurada, 15 millones de habitantes, 15 millones y más de preguntas, interrogantes, curiosidades, aclaraciones.Aquí me he encontrado un sin fin de personas que se hacen preguntas sobre si mismos, sobre el porqué y para qué de nuestros comportamientos, aquí encontré que el arte no es una casualidad o simplemente una moda, supe ver que la creación tiene hacedores múltiples y concretos, que el cuestionamiento y la duda es parte de los procesos artísticos, he visto con mis propios ojos como una vendedora de seguros me decía que ella vende un futuro cierto, una esperanza, donde un chavo de 20 años y mirándome a los ojos, es capaz de averiguar cual es mi destino, o una niña que recordaba que los excesos no casan bien con la templanza, o una mujer imparable que es capaz de parar para ver cuales son las necesidades reales de su entorno y con mucho esfuerzo cambiar todo lo que le rodea, o a un grupo de personas incapacitadas, inhabilitadas, imposibilitados para la guerra y no para la paz, estos y no otros son modificadores inmediatos de una sociedad con prisas y codazos.
Quiero volver, regresar, repatriarme y para luego mostrar a mi 1º mundo que el arte es de todos y que todos y cada uno de nosotros podemos ser motivo de cambio, motivo de esperanza.