EL TEMPLO DE LAS TEJAS AZULES: “EL TEMPLO DEL CIELO”
Es momento ahora de acercarnos, como en medio de un trance espiritual, hasta el fabuloso enclave donde se halla el templo del cielo, (1420).
Era éste un centro “neurálgico” de oración para los emperadores de las dinastías Qing y Ming. No negaré que es mi deleite dejar atrás por unas horas el rebullicio febril que queda concitado ante las puertas de mi hotel cada mañana.
No es fácil desprenderse del funesto telón de fondo de la contaminación, que parece perseguirme como una dama enlutada. Casi puede uno percibir cómo sobrevuelan el firmamento los densos enjambres de “escorias” y plomo en suspensión, que irán a depositar su ponzoña en los pulmones sometidos al aire sucio de los sufridos ciudadanos de Beijing.
Me planto pues ante el templo del cielo. Se explica este epíteto calificativo, o mejor dicho, el apostillado que lo acompaña, por ser éste el de mayor altitud.
Es singular su forma de anillo y de ciudadela amurallada. Allá donde poso mi mirada, a lo largo de sus 273 hectáreas, se apea ésta en el curvado alero de techumbres de tejas azules. Todo es celeste y añil a mi alrededor. También redunda el rojo de la felicidad, escondido entre los pliegues adornadísimos de los diferentes recintos sagrados.
En este extenso remanso de paz, el emperador y su corte elevaban sus plegarias para pedir cosechas feraces y lluvias incesantes que colmaran de “abastos” los campos. Como “gratificación” por tamaña deferencia, el emperador y su comitiva llevaban a cabo sacrificios.
El panorama actual es mucho menos adverso y brutal. Es frecuente hallar en estos alrededores pacíficos mundanas escenas de gente paseando por los parques circundantes; jubilados en su gran mayoría, que se reúnen cada mañana para practicar deporte, danzar o jugar a las cartas, al ajedrez, al domino o al mah Jong. Bajo los preciosos soportales de madera, en un entorno lozano y exuberante, parecen formar ya parte de este recoleto “reino de los cielos”.
El magnífico templo de los cielos que hoy visito es Patrimonio de la humanidad por la Unesco desde 1998.