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Cuando me lo platicaron no lo quise creer, me dije que debía haber un engaño, una engañifa para sorprender tontos y ganar unos pesos como espectáculo de feria de quinta categoría. Pero pudo más la curiosidad y al otro día que descansaba le pedí a mi amigo que me llevara; iba escéptico, con la idea metida en la cabeza de desenmascarar la treta y venirme satisfecho de saber que pude darme cuenta del truco.Allí lo anunciaban sin rubor, en escandalosas mantas y carteles luminosos, donde un hombre a grito pelado invitaba a mirar de cerca al hombre con un tercer ojo. ¡Venga, venga, venga! -gritaba el merolico- ¡No se quede sin ver la maravilla del único hombre con un tercer ojo en la frente!¡Sinvergüenzas!, pensé indignado, eso no existe, un hombre con tres ojos es imposible. Pero con todo y ello pagué la cuota y me formé para irme acercando al supuesto portento natural. Antes de llegar saqué conclusiones y armé varias teorías, donde concluía que el tercer ojo, debía ser un pliegue profundo en la piel de la frente, cosa que se asemejaría a un ojo, sin tener nada, nada en lo absoluto con el delicado órgano ocular. Incluso ellos mismos debieron cortar la frente para formar la rugosidad y semejara el maravilloso tercer ojo.De pronto lo vi, un hombre que miraba con cierto desdén a sus observadores, y los miraba con sus tres ojos parpadeando, no pude quitar la mirada de ese ojo en la frente, se apreciaba tan perfecto y funcional que me quedé atónito.Me le acerqué asombrado, buscando descubrir donde estaba el engaño de ese ojo fantástico en medio de la frente, justamente, arriba del entrecejo; el ojo me miró, moviéndose en su órbita ocular, me observó de tal forma que lo interpreté como de impaciencia o con el menosprecio con que algunas personas suelen ver a los idiotas, pero no sólo me miró, también me torció el gesto y me sonrió despectivamente; eso lo supe perfectamente cuando me dirigió la palabra y me dijo de manera insolente: -¡Vienes con dudas y desconfianza!, vienes buscando lo que jamás encontrarás porque eres incapaz de creer. Pero yo te enseñaré a tener fe.No recuerdo si me dijo que me acercara o con ese terrible tercer ojo doblegó mi voluntad y lo miré con tanta atención y tan cerca que pude ver la humedad del interior y las delicadas venas surcarlo dentro y fuera como si una hilandera mágica hubiera cosido sus partes.
Estaba preso de su voluntad, mi cuerpo y mi pensamiento no me pertenecían y desde entonces aprendía creer, y, no sólo eso, él puso algo en mí, y lo que puso en mí, me quitó para siempre la arrogancia con que acostumbraba a mirar a las personas. Ya no soy el mismo y vivo angustiado por lo que me quitó o o por lo que me dio, ahora lo busco, busco esa carpa del hombre del tercer ojo, pero ha desaparecido de la faz de la tierra, como si nunca hubiera existido.