Revista Opinión

El terror revolucionario y progresista (II)

Publicado el 30 abril 2020 por Liberal

Si aprendimos una cosa en 1989, fue que marcó el fin de un “paradigma” como se suele decir hoy en día. Se rompió un proceso revolucionario progresista que se centraba en la conquista del Estado para entonces utilizar ese poder como mecanismo que pudiera transformar a las sociedades a nivel global. En respuesta, la izquierda progresista ha centrado todos sus esfuerzos en transformar las prácticas diarias, a nivel individual. Este cambio hacia las actividades individuales fuera del alcance del poder estatal es, en sí mismo, un síntoma de la crisis progresista liberal. Es una demostración que las fuerzas progresistas hoy en día no están dispuestas a llevar las cosas a sus últimas consecuencias. Hace poco descubrí una cita del gran liberal Mark Twain, que resume perfectamente mi propia trayectoria ideológica. Twain, a propósito de la Revolución francesa escribió lo siguiente en su libro “Un yanqui en la corte del rey Arturo:

“Pues bien, era una situacion que hacia pensar en Francia y los franceses antes de la siempre memorable y bendita Revolucion que sepultó mil años de ruindad semejante con una repentina oleada de sangre, saldando la antiquisima deuda con media gota de sangre a cambio de cada barril repleto arrancado a aquella gente con dolorosas torturas a lo largo de diez largos siglos de injusticia, humillaciones y miserias, que solo tendrian comparacidn con el infierno. No hubo uno, sino dos «Reinados del Terror», y eso es algo que deberiamos tener siempre en cuenta; uno trajo asesinatos provocados por pasiones ardientes; el otro, a sangre fria, despiadadamente; una duró unos pocos meses; la otra habia durado mil años; una llevó a la muerte a diez mil personas; la otra, a cientos de millones; pero siempre nos estremecemos al pensar en los «horrores» del Terror mas breve, el Terror momentáneo, por asi decirlo, sin detenernos a comparar el horror de la muerte súbita bajo el hacha con el horror de pasar toda una vida muriendo de hambre, de frio, de crueldad, de verguenza y de desolacion. ¿Qué es la muerte instantánea por un rayo comparada con la muerte a fuego lento en la hoguera? Un cementerio local bastaria para acoger los féretros de las victimas del Terror mas breve, que tan diligentemente nos han enseñado a temer y a lamentar, mientras que Francia entera apenas seria suficiente para contener los féretros de los muertos de aquel Terror mas antiguo y verdadero, aquel Terror amargo e indescriptible que no se nos ha enseñado a contemplar en su inmensidad ni a deplorar como merece.”

¿Acaso no es ese el mismo conflicto en nuestro presente? Hoy, la palabra “violencia” nos hace pensar en actos criminales, en terror, sin contar guerras. Hay que aprender a ser más analíticos, menos apasionados por una palabra y analizar bien las cosas. Si se piensa detenidamente, podemos identificar una violencia que sostiene nuestros esfuerzos para luchar contra la violencia y promover la tolerancia: esa violencia objetiva inscrita en el funcionamiento sin fisuras de nuestros sistemas sociopolíticos. Lo cierto es que ni la violencia subjetiva ni la violencia objetiva pueden ser percibidas desde el mismo punto de vista. La violencia subjetiva es algo así como la perturbación de las cosas habituales y normales, del “status quo”. La violencia objetiva, por su parte, es invisible, sistémica.

Miremos algunos ejemplos y ni siquiera entraré en las relaciones que tienen varias empresas archiconocidas con el tráfico sexual de niños (pero si os interesa el tema, aquí hay un ejemplo gravísimo, aunque hay muchos otros, desafortunadamente).

Ejemplo: ¿Qué lección aprendimos después de la caída de Gaddafi en Libia? Aprendimos que los servicios secretos de Gaddafi colaboraron totalmente con sus compañeros occidentales.

También tenemos el ejemplo de esta relación estrecha entre gobiernos occidentales, esos que van de guardianes de los derechos humanos, en el CONGO. En el 2006, la revista Time denunció la muerte de 4 millones de personas en el Congo debido a la violencia política. Por supuesto que no vimos ningún ejemplo de la habitual “indignación” que suele seguir después de este tipo de revelaciones. Claro, es que Time se había equivocado de víctimas. Debió elegir a las víctimas “fashion”: las mujeres musulmanas y sus luchas, la opresión en el Tibet…pero no, el Congo no importa. La muerte de un niño palestino, por no decir ya de un israelí o un americano, es mediáticamente muchísimo más poderosa que la muerte de un congoleño. ¿A qué se debe esta ignorancia? Bueno, se sabe que el fondo de los problemas en el Congo no tienen mucho que ver en realidad con “pasiones tribales étnicas” como nos venden muchas veces en nuestra costumbre de querer darle a los negros africanos una cualidad “exótica” o “diferente” y casi inhumana. Simplemente, los problemas del Congo tienen bastante más que ver con el capitalismo global descontrolado que con cualquier pasión étnica, porque si somos un poquito más cínicos, se ve que allí hay recursos importantes que explotar, como diamantes y cobre. Las guerras civiles permanentes han beneficiado a los corruptos de siempre, no al pueblo congoleño.

El capitalismo de hoy le gusta mucho presentarse como “socialmente responsable”, como entidades éticas al servicio de las personas. No es posible ser socialmente ético cuando el material que utilizan nuestras empresas para luego vendernosla es extraída con esclavitud infantil o incluso con esclavos en general. Claro, en las junglas congoleñas definitivamente hay mucha oscuridad, tanto humana como moral, pero la maldad no está en el corazón del Congo, no. La maldad la tenemos en esos despachos limpios y amplios de nuestros empresarios y banqueros. Me gusta mucho la frase de Brecht “robar un banco es delito, pero es más delito crearlo”. ¡Cómo nos escandalizamos cuando un morito en Barcelona roba en una tienda, pero ni una palabrita sobre el robo de millones y millones y millones en especulación financiera, que hacen que millones de personas pierdan sus ahorros, viviendas y salud, tanto física como mental! Pero no es solo robarle al pueblo, es que además cuando le robas tanto al pueblo, el estado occidental te dará un rescate financiero que, apréndetelo bien, el pueblo TAMBIÉN pagará. Pero bueno, qué malos son esos jefes militares congoleños en comparación con nuestro empresario afeitado, de piel blanca, aseado y bien vestido. ¡Faltaría más!

El capitalismo global requiere violencia global para poder funcionar. Eso no quita que debamos analizar su contrapartida, el terror revolucionario. Por supuesto que un liberal NO debe tapar la dureza de los bolcheviques en sus inicios, pero habrá que preguntarse “por qué” optaron por el terror? El “terror rojo” no fue un terror estalinista.

Uno no puede separar la vilencia de la propia existencia del Estado ni tampoco separar eso del hecho de que cualquier estado es el producto de la violencia. Ningún estado se impone pacíficamente en sus inicios. Como ya dijo Robespierre justificando el regicidio, uno no tiene que demostrar que el rey haya cometido crímenes concretos, ya que la propia existencia del rey es un crimen, un crimen contra la libertad del pueblo. En este sentido estricto, toda violencia del oprimido contra la clase dirigente y SU estado es defensiva. Si NO somos capaces de admitir eso, normalizamos entonces al Estado actual de las cosas y aceptamos SU violencia…que puede ser cambiada mediante reformas democráticas. Por eso es que el típico lema burgués liberal, incluso entre algunos progresistas es “la violencia nunca es legítima”. No me parece a mí un artículo de fe adecuado. Desde la perspectiva radical de emancipación real, para el oprimido, para el esclavo, la violencia siempre es legítima (ya que precisamente es la VIOLENCIA utilizada la que los mantiene en esa condición esclava).

En resumen, debemos desmitificar el tema de la violencia: el error del comunismo en el siglo XX no fue recurrir a la violencia. Su error fue que después de alcanzar el poder, utilizaron el partido como instrumento de la violencia para imponer una nueva realidad en muchas ocasiones NO democrática.

Cuando en los años 70 se preguntaron en EEUU cómo derrocar al gobierno DEMOCRÁTICAMENTE ELEGIDO de Salvador Allende, la respuesta de Richard Helms fue muy sencilla: “Hacer que la economía grite de dolor”. Hoy, se aplica la misma estrategia contra Venezuela y, atención al dato, se aplicaría contra España o cualquier otro país del sur de Europa que se atreviera a tomar su propio camino y ser soberanos.

En vez de ese simplismo absurdo de “rechazar la violencia y el terror”, habría que ampliar su alcance. Es decir, aprender a ver la violencia donde la hegemonía imperante nos enseña a no verla y entonces analizarla de una manera muy concreta. Tomemos de las grandes obras de arte, el Coriolano de Shakespeare, una tragedia tan centrada en el orgullo militarista-aristocrático de su héroe y su odio hacia la gente ordinaria que podemos ver perfectamente por qué tras la derrota de los nazis en 1945, los Aliados la prohibieron. En consecuencia, ¿nos rendimos a sus tics antidemocráticos? Podemos optar por la versión de Brecht. En su versión, la turba y la tribuna no se mueven por miedo y envidia, sino que actúan de forma racional a la vista de su situación. También cabe otra opción, quizá la peor: podemos exagerar temas pseudo-freudianos sobre la fijación materna de Coriolano y la intensidad homosexual de su relación con Aufidio.


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