Revista Cultura y Ocio

El tesoro de Minerva (1)

Por Julio Alejandre @JAC_alejandre

Tim F. Crouse, profesor de historia antigua de la University of Manitoba, Winnipeg, había reservado aquel veintitrés de abril, día del libro, para pasarlo en casa, no con el afán de evadir una jornada lectiva como cualquier otra, pese a lo señalado de la fecha, sino para dedicarse a la tediosa tarea de corregir las tesinas realizadas por los alumnos no presenciales del máster de investigación histórica y cuya lectura y evaluación se habían venido repartiendo a escote, desde hacía años, entre los cuatro colegas del departamento. Este tipo de alumnos resultaban especialmente heterogéneos y, aunque la mayoría solían presentar trabajos superficiales y vacíos de contenido, cuando no evidentes plagios de trabajos anteriores o copias fidelísimas bajadas directamente de la red, a veces aparecían estudios sólidos e interesantes e incluso alguna que otra joya de la investigación histórica.

Entre los trabajos que revisó antes del almuerzo, únicamente uno, dedicado a Trasímaco, el sofista que pretendió desenmascarar los intereses de la justicia, le mereció la calificación de aprobado. Por la tarde y hasta la hora de la cena no encontró pasable más que la primera parte de un breve ensayo sobre la influencia carolingia en los reinos germánicos; pero después del break gastronómico no leyó una sola página de interés hasta que, cerca ya de las nueve de la tarde, más agotado por el tedio y el cansancio que aliviado por la proximidad del final de su tarea, acometió la lectura del último estudio, titulado “Aníbal, el gran desconocido”, por Helen Y. Wozniak.

El tesoro de Minerva (1)

Detalle del busto de Aníbal Barca

Ante este título, el señor Crouse torció el gesto y se apertrechó de una buena dosis de escepticismo, pues, en su opinión, pretender aportar algo inédito sobre el famoso general cartaginés mostraba abierta temeridad, si no un puro deseo de lucimiento. Y es que, respecto a otros personajes de la antigüedad, Aníbal entrañaba la dificultad adicional de que las escasas fuentes primarias disponibles sobre él eran de origen romano y, por tanto, hostiles a su figura; como el historiador Tito Livio, una de las principales fuentes de documentación sobre el tema, quien afirmaba del púnico que era extremadamente cruel; o como Polibio, admirador de Roma a pesar de su origen griego, quien no obstante reconocer la genialidad de Aníbal como jefe guerrero advertía igualmente de su “inhumana crudelitas” y su “perfidia plus quam punica”. En realidad, pareciera que los autores romanos tuvieran sentimientos encontrados para con Aníbal, y mezclaran, junto al odio y los prejuicios, una honda admiración. Así pues, afrontar su biografía requería la sutil habilidad de interpretar y ponderar las fuentes, tratando de destejer el mito romano de la “fides punica” para vislumbrar al hombre que había detrás.

No obstante, al poco de enfrascarse en la lectura de la tesina, el profesor vio que se trataba de un trabajo serio y bien documentado, una de esas rara avis de gratificante lectura con que se tropezaba de tanto en cuanto. La autora mostraba un manejo ágil y profundo tanto de las fuentes primarias como de las menos conocidas, Dión Casio, Valerio Antias e incluso Silio Itálico, el poeta, y aportaba no sólo un enfoque original acerca de la figura del cartaginés, sino también determinados hechos y situaciones sobre los que siempre hubo más especulaciones que certezas; hasta el extremo insólito de que parecía haber tenido acceso a fuentes inéditas y desconocidas. En concreto, unos párrafos relativos a la res gestae de Aníbal, la relación de gestas que el estratega hizo grabar en una losa del templo de Juno Lacinia, cerca de Crotona, al final de su estancia en Italia, causaron especial desconcierto en el señor Crouse, y no por que la alumna la mencionase, pues ya Polibio había visto la losa con sus propios ojos y daba cuenta de este hecho, sino porque incluía una cita literal de la inscripción sobre cuyo contenido no existía, que se supiera, información alguna.


Volver a la Portada de Logo Paperblog