Casos como los de Terry Schiavo o Eluana Englaro han resultado tan mediáticos, entre otras cosas porque después de muchos debates jurídicos, médicos y éticos, han sido otras personas las que han decidido por ellos. Además, en los últimos años ha ido tomando fuerza el llamado Principio de Autonomía del paciente, para que sea el propio paciente quien participe de forma activa en la toma de decisiones, sin dejarlo todo en las manos del médico.
Pero, puede una persona que se encuentra en la flor de la vida decidir cómo debería ser tratado en una situación de incapacidad extrema?, es lo mismo renunciar a un complicado y costoso tratamiento que a la nutrición e hidratación artificiales? No hay fácil respuesta. No parece prudente dar un juicio ético general sobre las voluntades anticipadas del paciente.
En el año 2000 la Conferencia Episcopal Española presentó un modelo de decisiones anticipadas conciso, escueto y claro. Un párrafo del mismo dice: "pido que si por mi enfermedad llegara a estar en situación crítica irrecuperable, no se me mantenga en vida por medio de tratamientos desproporcionados o extraordinarios; que no se me aplique la eutanasia activa, ni que se me prolongue abusiva e irracionalmente mi proceso de muerte; que se me administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos".
Me parece un modelo a tener en cuenta, pues mantiene un punto de equilibrio, sin caer ni en la eutanasia ni el encarnizamiento terapéutico, dejando abierta la vía de la sedación paliativa que puede aliviar al enfermo en fase terminal. En muchos casos, lo sensato será abandonar las cosas en manos de los seres queridos que, junto con el personal de confianza médico, tomarán las mejores decisiones para el paciente.