Rafael Álvarez. Sería tontería decir que recordéis ese nombre porque para mucha gente es un actor de teatro más que consagrado. Sobre el escenario, se hace llamar El Brujo, un hombre solo que únicamente necesita un poco de atrezzo para sacar adelante una obra.
La pasada semana nos brindó las últimas funciones de su obra El Testigo, de Fernando Quiñones, un sentido homenaje al flamenco y al cante jondo en el que el actor se desenvuelve con una naturalidad apabullante: 2 horas solo sobre el escenario haciendo de borracho.
La única pega, es el marcado acento andaluz, con expresiones puramente gaditanas. Yo nací en Cádiz, toda mi familia es de allí y no supuso un problema, pero estoy segura de que muchos madrileños fueron incapaces de entenderlo absolutamente todo.
El testigo seguirá de gira así que, si se asoma a vuestra ciudad, intentad pasar una noche con El Brujo.