Francia: 37% de participación electoral.
Pero nadie va a cuestionar la “democracia” por más que crezca la abstención. Basta ver Italia. Lo cierto es que en esto Trevijano se equivoca totalmente. ¿Y cuál es el plan entonces? No hay plan. Cuando más de dos decenas de miles de borregos salen a la calle para beber en un país donde los licenciados cobran la mitad de la media europea, no hay nada que esperar, y no hay más acción que la individual. El futuro nos traerá a nuevos bakunins, malatestas y morrales. Del populacho no esperemos nada. Hay que desechar de una vez ese romanticismo socialista que hoy es un lastre en la conciencia.
He aquí el tiempo de los asesinos, decía un tal Rimbaud, que escribió hasta los diecinueve años y vagabundeó los veinte siguientes tras desertar del género humano. Ése era un poeta, uno de los últimos, que vio venir el apocalipsis materialista de la modernidad y le distinguió la jeta de asesina. Entonces la poesía aspiraba a cambiar el mundo, no era el jueguecito para intelectuales que se estila ahora, y que sólo inspira arcadas. Ya no hay poetas, por más que rimen versos, o los engarcen libremente. Y una civilización sin poetas es una civilización muerta. Por eso no ha de extrañar que el asesinato sea el motor de la economía. Vivimos en una era de necrófilos. Lo mismo se mata para que las cuentas salgan como se hace el sexo mecánicamente, favoreciéndose el objeto antes que la persona. Necrofilia, así te llamas, Modernidad.
L.E.