Revista Toros

El toreo y su esperpento

Por Malagatoro

padilla

“Padilla en imagen similar a la de ayer, en Pamplona. Parece mentira que su ejemplo de superación y esfuerzo quede reflejado en el esperpento de la bandera pirata, con su infame significado, sólo por la gracieta de lo del parche (Foto: Diario de Navarra)”


Del artículo de Rafael Cabrera en su blog “Recortes y Galleos”:

“Entre el arte de torear y su especular imagen esperpéntica, como pueden ustedes suponer, hay un inmenso abismo. El mismo que entre la ética y la bufa y burda copia de una obra artística. Desgraciadamente en estos tiempos de igualitarismo a ultranza, de procacidad y mal gusto, de exaltación de lo soez y lo grotesco, todo vale por igual. Tienen imágenes a diario en los medios de comunicación, hoy sin duda abrumados por el accidente ferroviario de Santiago, especialmente en los medios audiovisuales de masas, donde la intimidad de la vida personal es aireada y expuesta a la –antaño- vergüenza pública, donde lo más soez, vulgar y zafio es reído con complacencia, escuela de malas costumbres y de vicios hace un par de décadas aun impensables, donde –sin ir más lejos- hace unos días nos mostraba sus vergüenzas físicas –de las morales no debe quedar ya ni atisbo- un torero duro y esforzado, gran lidiador y matador de medio siglo ha, Jaime Ostos. Muchas series, concursos, programas de debate, no muestran ya sino, las más de las veces, las pequeñas o grandes miserias morales de cada cual, se regodean en la gracia chocarrera –siempre pintada por gruesos brochazos de sexualidad animal-, e ilustran a buena parte de la población, precisamente, en la antítesis de lo que debiera: la cultura del esfuerzo, del sacrificio, de la superación, de la honestidad, del pudor, de la modestia… Claro que, para eso, tenemos también un piélago de politicastros que se la pintan solas… Con tales ejemplos, y cada cual creyéndose el centro del universo (lo que no sería malo si no se exteriorizase), no nos extraña en absoluto que se valoren de igual medida los grandes avances científicos de la sociedad de nuestros días, que el encamamiento deshonesto de dos famosos al uso, sea cual sea su sexo, intención o verdadera entrega. Todo se muestra, de todo se hace mayor o menor apología, todo se justifica, y así el pueblo soberano lo juzga idéntico.

El toreo, y ahí la gran verdad de Ortega y Gasset, no es sino fiel reflejo de la sociedad de su tiempo, y por ello aquello de que no podría conocer la historia de España quien no conociese la del toreo. Cada cual (no teman, también yo mismo) cree tener el mismo derecho democrático a valorar lo que ve, sin parar mientes en que la base sobre la cual juzga puede ser paupérrima o fundada sobre arenas movedizas. Y como es lógico, unos acrisolan conocimientos, estudios, investigaciones y otros tan sólo cuatro experiencias bullangueras que les hacen juzgar lo esperpéntico como lo meritorio. Es como si yo mismo me pusiera a dictaminar y a pontificar en un congreso internacional de Física Cuántica, de la que -les reconozco- apenas sé el nombre y cuatro fundamentos rudimentarios. Por lo menos en aquel cónclave habría quien pusiera cordura y limitase mis aventuradas, y probablemente desmoronadas, intervenciones con el bagaje de sus superiores saberes. En la tauromaquia todo vale, y más porque al pueblo se le ha dotado de un arma democráticamente infalible –pero tantas veces falaz-, la primera oreja la concede el público exhibiendo su moquero. Y así se premia lo bueno y lo malo… porque sí, con igual democrática estulticia. Al menos, antes de la norma escrita, la presidencia ponía el contrapunto de sensatez, mesura y conocimiento… o al menos eso se pretendía. Hoy ya nada queda de eso.”


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