Revista Toros

El torero hombre, el hombre héroe

Por Malagatoro

Castella-herido

Bien saben muchos que Castella no es torero de mi predilección, más bien todo lo contrario, pero ayer en Madrid demostró que los tiene bien puestos y se ganó mi admiración y máximo respeto. Unos pensarán que es una insensatez torear con una cornada en la ingle manando sangre por la taleguilla, pero como siempre he dicho, esa es la insensatez del héroe, incomprensible para esta sociedad actual, que le llevó a aguantar la lidia de sus dos toros. Fui de una generación en la que los niños todavía jugábamos a los toros y en la que nuestros héroes eran aquellos hombre vestidos de luces que veíamos cuando nuestros abuelos o nuestros padres nos llevaban a una plaza de toros. Allí, nuestra infantil mirada quedaba sorprendida por  la luz, el colorido, el ambiente…pero, sobre todo, quedaba atónita ante la visión de un hombre que con tan sólo una tela roja se enfrentaba a un toro.  En la sociedad actual hay mucho gurú, hay mucho ídolo, mucho predicador, hay mucho de todo, pero ningún héroe. Ayer si lo hubo en el ruedo de Las Ventas donde se crece este torero francés de nombre Sebastián Castella. Hoy todos los honores para quien volvió a demostrar que el toreo es cosa de hombres. Foto: Juan Pelegrín/Las Ventas


Copio del post de Gloria Sánchez-Grande en “Toro, torero y afición”

“El toreo es cosa de hombres. Por dos motivos. Uno: porque hace falta ser muy macho para aguantar en el ruedo más de una hora con una cornada que desgaja el muslo por la mitad. Y dos: porque el toreo lo llevan a cabo seres de carne y hueso. Parece una perogrullada, pero ayer cierto sector de la plaza lo pasó por alto. Una corrida de toros es una lección condensada de humanismo. En unas pocas horas y 60 metros de diámetro contemplamos todas las pasiones e instintos humanos, desde los más bajos a los más excelsos, desde el miedo a la épica. Es, además, una disciplina que se realiza en la más absoluta soledad. Cuando empieza la faena de muleta y las cuadrillas abandonan el ruedo, el torero decide no sólo qué hacer con su vida sino cómo llevarlo a cabo. En función de su elección, se ganará el respeto de la afición. Ayer hubiera sido absolutamente lícito que Castella pasara a la enfermería cuando su primer toro lo arrolló y corneó feamente. Fue un atropello terrible y seco. Una paliza monumental. A pesar de ello, decidió continuar en la cara del toro, más o menos tiempo, con mayor o menor fortuna, pero siguió en pie y sin enmendarse. Una machada. Los pitos, esta vez, estuvieron de más. Y la oreja, merecida.”


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