Revista Jurídico

El Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo

Por Fjjeugenio



Artículo del Prof. Francisco Rodriguez Adrados en LaRazon www.larazon.es
¿Quién es el Prof. Rodriguez Adrados?
Datos biográficos.
Francisco Rodriguez Adrados, Salamanca, 1922, Catedrático (Emérito) y Presidente de Honor de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC) y de la Sociedad Española de Lingüística. Ha sido director de las revistas Emeritay Revista Española de Lingüística, de la colección de clásicos griegos y latinos Alma Máter, que publica elCSIC. Gran colaborador en periódicos de tirada nacional, como el ABC o El Mundo.Ingresó en la Real Academia Española el 21 de junio de 1990 (sillón d), tomando posesión el 28 de abril del año siguiente; y en la Real Academia de la Historia en febrero de 2004. Miembro de la Academia de Atenas y de la Academia Argentina de las Letras.Se trata, pues de un auténtico intelectual de reconocido prestigio en las letras españolas, publica hoy el siguiente artículo en el diario La Razón: Un día triste para ESPAÑA y para la democracia.

Resulta que el PSOE, como Gobierno, hace que sea impugnada la presencia de eso que llaman Palto en las elecciones, que el Tribunal Supremo (no tan Supremo, ya se ve), había aceptado. Pero, el Tribunal llamado Constitucional, a Palto, o sea a ETA, le da razón. Se la quita al Gobierno y al Supremo. ¿Vds. entienden esto? Yo comprendo tan poco o quizá tan mucho eso que ha sucedido como cuando el PSOE-Gobierno pregonaba, tras la T4, que no iba a negociar con ETA ¡y negociaba! Esta clase de juego era, por lo demás, muy viejo. Pura trampa: quedar mal con todos para no dar la cara e ir tirando.Tan poco lo comprendo como que el dichoso TC, relleno de psoetas, votara una tibia rebaja del Estatuto catalán (se tragaba aquello de la nación, etc.). Y luego que el Presidente del Gobierno, que es el que manda, pese a todo, en el PSOE, dijera que nadie (o sea, los catalanistas) se inquietara, que buscaría salidas para que todo quedara igual. La Generalidad, efectivamente, se rasgó en público las vestiduras –y siguió gobernando a su aire–. ¿Vds. lo entienden? ¿Dónde está la autoridad?. Yo no lo entiendo, esto no es aquello que llamábamos democracia. Ni entiendo que se lleve una y otra vez a los Tribunales el mismo bodrio transparente, ni que el Tribunal que llaman Constitucional esté por encima del Supremo, es en realidad supremísimo, ya se ve. Ni que la Ley antiterrorista y la Policía y el Estado todo queden en ridículo. Ni que el PNV amenace y el Gobierno se pliegue (¿o no es el Gobierno?) y gane así su apoyo. Ir tirando.¿Dónde está el tan pregonado Estado de Derecho? Tantos silencios, tantas complicidades para que al terrorismo no lo toque nadie. Yo nada entiendo de esto o quizás entiendo demasiado. Sobre todo: que éste es un país de risa pero también de lágrimas. Un país que merecía algo mejor. Parece que hay demasiada gente interesada en que siga en el pozo.Pero, en fin, al menos algo entiendo: que si esto sigue así será para deses­peración de muchos, acomodo de algunos, ayuda a ETA. Y que en el fondo hay un mecanismo que hace posible todo este horror. Se llama la politización de la Justicia. No es ella la que impera, depende, en una medida importante, de lo que le imponga el partido político en el poder. El Gobierno y ese tinglado indefinido pueden ser duros o pueden maniobrar a favor de los delincuentes. Los sueltan o no cuando piensan que esto les conviene, se ha visto demasiadas veces. El Sr. de Montesquieu seguro que se removerá en su tumba cuando piense en aquello de la separación de poderes. Resulta que hay jueces o fiscales o lo que quieran que son nombrados simplemente por sus méritos políticos –y su obediencia, claro–. Es la politización de la justicia que ya existía en Atenas, he escrito sobre esto largamente. Sócrates fue una de sus víctimas. Nos desprestigia a todos, al final. También a las personas honestas.Y no entiendo que los mismos bodrios se presenten a tribunales sucesivos hasta que se encuentra la vía realmente operativa, aunque sea la de contar con una mayoría de un voto a favor de quien nombró a ese señor (o señora) que votó así. ¿No habría otro tribunal más alto que descabalgara al más bajo, quiero decir, al Consti­tucional? ¿Una gran nación va a depender del voto ocasional de un solo señor? Sería hora de que los miembros de los tribunales fueran nombrados por sus méritos (sus méritos ante la Justicia, ¿qué decir? Claro que los malos son excep­cionales, pero los malos dañan, nos dañan, a todos. A la nación más que a nadie. Y para señalar más en directo, es el Tribunal el primer responsable de lo que ha pasado y pasa. Es el gran desastre de ayer, hoy y mañana, si es que alguien no tiene el valor de desmontarlo. Si hubiera un partido que incluyera entre sus promesas electorales esta de sustituir ese Tribunal por algo que responda a las necesidades de nuestro pueblo, el Supremo por ejemplo, esa promesa daría un buen rendimiento electoral.Recuerden aquel horror del Estatuto catalán, años de sufrimiento, mínimos resultados, más bien nulos, todos descontentos. Y ahora esto. Entre varias cosas más. Y, además, ese Tribunal es innecesario existiendo el Tribunal Supremo. Es un gran desastre para España, no evita los desgarros que sufre, más bien al contrario.Total, tras oscuros chalaneos nos amenazan diez años de marcha atrás. Y dan una imagen que no se ajusta a lo que necesita España ni a lo que es la democracia. ¡Una nación condenada por un voto oscuro, nadie lo entiende, muchos sospechan! Claro que hay beneficiados: ETA, por supuesto. Mejor no insistir. Mejor llorar. Mejor pensar que todo pasará, que el hombre y la democracia se rehacen con el tiempo de las desgracias, lo hemos visto muchas veces. Pero es penoso que se escape, al menos de momento, algo que ya tocábamos. Que volvamos al fondo del pozo. En primer término, la desgraciada tierra vasca. Luego todos.F. R. AdradosDe la Real Academia Española

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