Así se llama el libro de Tim Blanning, profesor de la Univ. de Cambridge, escrito en 2008 y traducido en 2011 por Francisco López Martín, editado por Acantilado, núm. 239.
Reserven un sofá cómodo y tiempo para leerlo, 521 páginas, más una cronología adicional, completa bibliografía (especificando las traducciones al castellano en los casos que los hay), créditos y un índice analítico que no me cansaré de agradecer a las editoriales por lo práctico para los momentos post-lectura...
Su subtítulo, "los compositores, los intérpretes y el público desde 1700 hasta la actualidad" se queda un poco corto, pues, además de ofrecer esto, también dedica unos capítulos memorables a la evolución de los lugares de escucha (iglesias, palacios, tabernas, salas de concierto, teatros, espacios de masas como los estadios...), las tecnologías cambiantes (aparición y desarrollo del piano, otros instrumentos, radio, tv, electrificación de los instrumentos, internet -aunque faltan los decisivos últimos años, nombra a Youtube y Google)... La música, el arte que siempre se benefició de la tecnología y augura seguirá haciéndolo probablemente.
El concepto de la música siempre en ascensión, como su título indica, hasta el punto de afirmar parafraseando a Marx que "la música es la religión del pueblo", viene ejemplificado con la creciente consideración de los músicos (desde Haydn y su mecenas, pasando por la archifamosa patada a Mozart, siguiendo por la mayor independencia beethoveniana, etc...), extrayendo los casos de los más famosos, pasando por el mundo del jazz y el rock también.
Podríamos decir que con el progreso natural de los tiempos ciertos músicos no han sido rara avis y han participado de este avance, aunque quizá, si atendemos a las bases, al "músico de a pie", al no famoso, sin por ello ser tampoco un diletante, quizá la evolución de las sociedades, sus transformaciones, a mi modo de ver, no han causado tal triunfo.
La música siempre ha oscilado entre el respeto máximo y la humillación o desconsideración totales. En este libro hay muchísimos ejemplos de los dos extremos. Ha sido "ponzoña y corrupción" (Calvino) como mecanismo de redención de la humanidad (Wagner). Es cierto que, en general, la música cada vez más ha conquistado áreas de influencia en la sociedad, aunque, no hay que olvidar, que quizá en un mundo cada vez más mecanizado y globalizado el valor del músico, en abstracto, no me refiero a las grandes figuras, los "de a pie", aún está por reivindicar!
Me han gustado especialmente los capítulos en que se hacía alusión a Liszt como "de sobras conocido por su fama" como pasaporte, o a Wagner que engañó a los críticos al dirigir Beethoven sin y con partitura (no de él;), o la frase en que compara la batuta con un símbolo sexual, o las relaciones entre Schroeder o los presidentes de EE.UU y Bono, el cantante, o el falso invento del gas musical, o el primer concierto público en casa de Banister, o la consideración de E. Young de las reglas musicales como muletas necesarias para un cojo pero innecesarias para otros, los lugares donde se interpreta masivamente el rock como catedrales de la música moderna...un surtido de personalidades, curiosidades musicales, datos e ideas extensísimo, ameno a la par y muy apropiado para quienes quieran repasar la historia de la música en el periodo citado, así como la sociología de la misma y otras materias afines...
Señalar una errata en la página 377 (los franceses no pueden al mismo tiempo ladrar y cantar:) y que quedaría más completa la sección en que narra la historia músico-política de La Marsellesa con la inclusión de la alusión de Debussy al final de su preludio Fuegos artificiales.
Un paseo por la consideración de la música, sus fines, los escenarios en que se ha desarrollado, los medios técnicos y su influencia y un capítulo ulterior sobre la liberación en que trata temas como la utilización política de la música en diversos países y épocas y la influencia de ésta en la liberación sexual, llegándose al beso de Madonna y Britney. Muy interesante, a propósito, el capítulo sobre el rock y otros estilos modernos como el rap. Augura para la música su permanencia en el primer puesto de las artes en cuanto a su influencia, la categoría que se le concede o cuánto se llega a pagar a sus ídolos (por encima de la poesía, las artes plásticas, etc... Con una sencilla frase incluso sentencia sobre el cine "la música puede vivir sin las imágenes, pero las imágenes no pueden vivir sin la música").
La música es la que ostenta la supremacía, la primera de las artes según este autor. Ahora falta que los reflejos de esta importancia se extiendan también a los músicos (no me refiero a las excepciones que suponen los que cuentan con fama, sino a los que no figuran en la élite, que son la gran mayoría).
Revista Música
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