A la edad de 16 años, una jovencita llamada Juana (Domrémy, 1412 - Ruán, 1431), hija de campesinos, proclama que desde los trece ha oído voces celestiales de San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita, que le anuncian que ha sido elegida para dirigir la liberación de Francia en un momento crítico para el reino. El delfín francés, Carlos, estaba recluido en Bourges mientras que las coronas francesa e inglesa descansaban en la testa del joven Enrique V de Inglaterra.
En un clima general de inestabilidad, las palabras de Juana van a tener resonancia popular y pronto llegarán a oídos de algunos oficiales. El capitán Brandicourt confiará en ella y la llevará a entrevistarse con el delfín en Chinon (1429).
El futuro Carlos VII, después de someterla a una serie de pruebas, le encomendó el mando de un pequeño ejército con el que intentar levantar el sitio de Orléans. Contra todos los pronósticos lo conseguirá el 3 de mayo de 1429. Con una popularidad que ya alcanzaba a grandes partes del reino francés, y que le permitió sumar tropas con las que tomar otra serie de plazas, Juana acudió a la proclamación de Carlos VII como nuevo rey de Francia, en Reims el 17 de julio de 1429, desafiando a la alianza anglo-borgoñona.
Sin embargo Carlos piensa que aún no está preparado para una guerra total y su tibio ataque a París fracasará. Ante el intento de abandonar su misión por parte de Juana, el rey la convenció para que encabezara otra campaña contra la plaza de Compiégne (1430). Allí fue capturada por los borgoñones y entregada a sus aliados ingleses.
En la plaza inglesa de Ruán fue sometida a un juicio inquisitorial acusada de brujería. Ante su denodada defensa, el fiscal principal utilizó ciertos ardides legales que la llevaron a ser sentenciada finalmente por perjura y hereje. Sería quemada en la hoguera el 30 de mayo de 1431, pero pocos años después fue rehabilitada y canonizada.