Revista Arte
A pesar de vivir rodeado por el ancho mar, Shinji no albergaba sueños imposibles de grandes aventuras marinas. Tenía un concepto del mar propio del pescador, muy parecido al del agricultor con respecto a su tierra. El mar era el lugar donde se ganaba la vida, un campo ondulante, en el que, en lugar de espigas mecidas por la brisa, la blanca y amorfa cosecha de olas ondeaba eternamente por encima del azul uniforme de un suelo delicado y productivo.
Con todo, cuando la jornada de pesca casi había concluido, la contemplación de un blanco carguero que navegaba contra el fondo de nubes que cubrían el horizonte en el crepúsculo llenó de extrañas emociones el pecho del joven. El mundo se acercaba a él velozmente, desde muy lejos, con una magnitud en la que hasta entonces no había reparado. La percepción de ese mundo desconocido fue para el como un trueno distante, que retumbaba en la lejanía y se disolvía en la nada.
El rumor del oleaje, Yukio Mishima