Fue una tarde soñada para el goleador. El Titán cumplió lo que pensó toda la semana y pudo castigar a River con un gol para llevarse, además, el Superclásico.
Un partido chato, como dijo Riquelme, donde por juego pareció que mereció más River, pero que, debido a esas cosas que tiene el fútbol, se lo terminó llevando Boca.
La alegría quedó toda de un lado y la tristeza hizo sombra en la vereda de enfrente. Realidades no tan opuestas como parecen, después del partido. Los Millonarios quedan, faltando 5 partidos, al borde de la promoción y a su vez, a 5 puntos del primero del torneo que es Vélez. En Boca, la mirada puesta en la clasificación a la Copa Sudamericana y el respiro y tranquilidad de haberse llevado el clásico en su cancha.
A diferencia de los otros “Super”, este sí quedará en el recuerdo. Será aquel del insólito auto-gol de Carrizo (paradójico verdugo de varios equipos y salvador de más de un resultado en este Clausura para los de Jota Jota); será también el del último gol de Palermo; el de los “penales no cobrados”; el de la tonta expulsión (y posterior show) de Almeyda y quizás, el que haya terminado de ratificar a Lamela como un verdadero “crack”. Porque hay que decir la verdad. El pibe fue el mejor de la cancha pero nunca estuvo acompañado.
Poco le importa esto al hincha de Boca que se quedará con el cabezazo de emboquillada de su eterno goleador que acá podés revivir en cuatro versiones diferentes. Vignolo, Victor Hugo, Closs y Saavedra, te lo cuentan.
