Revista Psicología

El último hombre en la tierra (segunda parte)

Por Paulo Mesa @paucemeher
El último hombre en la tierra (segunda parte)

En serio que al principio pensaba que esto iba a ser tan divertido como en las películas o como era la serie de televisión, pero veo que no, más bien es algo como de días. A veces encuentro mucho para hacer y a veces nada. Simplemente camino y camino para olvidarme de todo lo que pasa, para tener el pretexto de saber que estoy yendo hacia algún lugar y de que mi vida tiene rumbo, pero es complicado engañarse a sí mismo. Antes había gente a quién engañar, ahora no queda nadie a quien me importe lo que opine.

Encontré un arma y empecé a andar armado. Todavía tengo miedo. Hace poco me ladró un perro, pero la verdad no puedo decir que estuviera furioso, más bien lo que estaba era desconcertado de verme, de ver un humano, porque para ellos el mundo también cambió. Intenté que me siguiera pero él no quiso, prefirió huir. Tal vez también probaba qué se siente ser realmente libre, o por lo menos ser libre dentro de los límites de la naturaleza misma, no de los límites de su dueño. Por el estado de su pelo y lo visibles que eran sus costillas, me es fácil suponer que llevaba varios días con dificultades para comer. Aun así prefirió huir de un humano... eso dice mucho de mi especie.

No sé cuánto tiempo ha pasado. Recuerdo ese documental que daban en History Channel: "La Tierra sin humanos". Todavía no veo que nada se caiga, incluso quedan algunas zonas con electricidad, cosa que me parece bastante curiosa y beneficiosa para asaltar algunos frigoríficos. Supongo que la hidroeléctrica siguió funcionando en automático. Es cuestión de tiempo antes de que también colapse.

Recuerdo que hace muchos años no veía las estrellas en la noche. Ya no hay contaminación lumínica ni atmosférica. La capa de humo ( smog) se ha ido diluyendo con rapidez. Ya no me gustan los zapatos que tengo... me puedo dar el lujo de escoger en un almacén que me encuentro de camino al zoológico. No sé por qué tenía el impulso de ir al zoológico, una parte de mí me dice que también debe haber mucha muerte allá.

Cruzo el torniquete brincando por encima y me encuentro mucho de lo que me temía: varios animales muertos en sus jaulas, o mejor dicho, sus esqueletos y sus cueros. Sigo caminando despacio, con el arma lista no para matar, sino para hacer un tiro al aire y ahuyentar cualquier tigre que aparezca... todos están muertos. Veo que hay unas pocas aves con vida. Empiezo a golpear el candado de la puerta de la jaula y les abro. Ahora pueden ser libres. No creo que bajen a escaparse, así que tocará buscar cómo hacerlas salir de aquí. Por fin tengo un propósito, algo qué hacer.

El último hombre en la tierra (segunda parte)
Finalmente logro encontrar unos mangos, los abro, los esparzo por el piso alrededor de la puerta de la reja abierta y las aves empiezan a bajar. Algunas se atreven a salir, otras no saben qué hacer, otras simplemente se quedan indiferentes y siguen donde están, comiendo las semillas de un árbol que estaba junto a la jaula. Tal vez así fue como sobrevivieron todas, pero la posibilidad final de ser libres me recuerda mucho a cómo vivíamos los humanos. Cuando teníamos opción nos costaba tomarla, y si la tomábamos nos decíamos "oportunistas".

Me encuentro unas nutrias de río todavía con vida. Supongo que se sostuvieron a punta de insectos porque el lugar está infestado de ellos, sobre todo de muchas cucarachas y grillos. Finalmente fue cierto lo que decían de que las sobrevivientes serían ellas, las cucarachas; llevan millones de años perfeccionando la técnica ¡Qué asco!. Avanzo y hay unas tortugas parsimoniosas masticando césped y hojitas del rastrojo que crece alrededor del estanque donde estaban. Finalmente hubo especies que la "sacaron barata". Su sencillez las hizo más aptas para sobrevivir. No digo lo mismo de los mamíferos en general, todos perdimos la batalla. El resto del día lo dedico a ser una versión posmoderna de Noé: no tengo arca, pero libero animales para ver si son capaces de repoblar la Tierra. Hay muchas dudas en el ambiente, pero varios se atreven a ensayar. Mucha suerte en esta nueva etapa.

El último hombre en la tierra (segunda parte)

El día en el zoológico fue muy productivo, divertido, por lo menos pude olvidar quién era, por lo menos pude hablarle a algunos animales y logré capturar su atención. Tal vez los dejé muy decepcionados porque varios esperaban que los alimentara. En este tiempo fue rápido que se me olvidó eso de que "uno puede decepcionar a otro", no recordaba que antes siempre había alguien "esperando algo de uno", así no lo supieras. También había olvidado que siempre estaba imaginándome que los demás esperaban algo de mí, no sé qué, pero lo esperaban. Supongo que la tranquilidad del zoológico tuvo que ver con el juego de que "tú esperas algo de mí" (comida) y "yo espero algo de ti" (que sobrevivas y seas libre). Quizás esos animales ya no conocían nada distinto a la vida enjaulados. Muy parecidos a los humanos del final de los tiempos.

Vi un estanque con algunos peces. Tal vez estos me ayuden a repoblar el río junto con las tortugas. No recordaba que en esta ciudad hay un acuario. Ese será el plan de mañana, aunque desde aquí será una caminata de unas tres o cuatro horas. Son las 5:23 de la tarde en mi reloj nuevo. Es hora de buscar dónde encender una fogata, comer algo y dormir. Mañana me levantaré temprano, saco algunos peces del zoológico, los llevo hasta el río, los suelto ahí y sigo mi camino hacia el acuario. Todo esto es como un déjà vu, hace muchos años había visto que pasaría, sobre todo en esos días en los que no me soportaba a nadie. Ahora lo que me queda es intentar soportarme a mí mismo.

Créditos de las fotos:
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