Revista Cine
La noticia triste de este fin de semana ha sido el anuncio de la retirada de Hayao Miyazaki, quien es sin duda uno de los creadores más importantes de la historia del cine de animación, y por extensión del cine en general.
Esta información saltaba, a través de Koji Hoshino (director del Studio Ghibli), desde el Festival de Venecia, donde precisamente se presentaba Kaze tachinu (The Wind Rises, 2013), el que va a ser el último film concebido y realizado por el maestro japonés.
A sus 72 años, Miyazaki pasa por ser el nombre más reconocido de la escena del cine de animación japonés, ligado desde casi siempre al Studio Ghibli, en el que desde principios de la década de los 80 ha creado títulos inolvidables como Nausicaä del Valle del Viento (1984), Mi vecino Totoro (1988), La princesa Mononoke (1997), El castillo ambulante (2004), Ponyo en el acantilado (2008) o El viaje de Chihiro (2001), indudablemente una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo.
Pero también recordamos a Miyazaki por personajes inolvidables de nuestra infancia televisiva, como el ladrón de guante blanco Lupín (1971-72), Heidi (1974), Marco (1976), Conan el niño del futuro (1978) o la muy reivindicable y tristemente olvidada serie Sherlock Holmes (1984-85), programas todos ellos con los que nos criamos toda una generación de niños.
Y es que el cine de Miyazaki no es ni mucho menos (o no sólo) un cine de animación y entretenimiento para niños. A pesar de su apariencia sencilla y a veces incluso ingenua, sus películas han tenido siempre un trasfondo que supera esa primera capa superficial. A través de historias que beben de la tradición fantástica nipona, de sus dioses y monstruos, los films de Miyazaki hablan de la relación del ser humano con la naturaleza, de la infancia y de la madurez, y también del dolor y la pérdida. Tienen además un claro mensaje pacifista, ecologista y humanista, una característica muy evidente en muchos de sus títulos pero que al mismo tiempo huye de maniqueísmos y denuncias fáciles y disfraza la denuncia a través de la fábula.
La imaginación desbordante de este genio del cine nos ha dado alguno de los mejores ratos de nuestra vida frente a una pantalla. Ahora, una vez anunciado su retiro, sólo cabe seguir alabando el legado de la obra de Hayao Miyazaki.