No es bueno no tener nada que hacer, pero creo que es bastante peor tener demasiados compromisos. Ha sido un verano lleno de planes, viajes y festividades varias. El resultado es que desde junio apenas he tenido un fin de semana en el que poder parar y relajarme un poco. De hecho, ha pasado todo septiembre y la situación es la misma. Y cuando tu tiempo está tan lleno, a veces acabas sintiéndote algo vacío.
Si echo la vista atrás, no me han faltado cosas que contar en este pequeño espacio, ni malas ideas que compartir con todos los que me habéis leído durante estos meses antes del parón; seguramente tampoco me ha faltado tiempo, porque uno siempre puede sacarlo de alguna parte. Creo, más bien, que me he quedado sin ganas de ocuparme de otra cosa y al final he ido dejando que pasara el tiempo sin escribir, sin terminar incluso mis compromisos con la web de Alicia, cosa que lamento de verdad.
Pero nunca es tarde si la dicha es buena. O eso dicen. Y como el camino se hace andando y a quien madruga Dios le ayuda, sin olvidar que a quien buen árbol se arrima, buena sombra le cobija, creo que ha llegado el momento de coger el toro por los cuernos, hacer de tripas corazón y recuperar un buen ritmo de publicación. ¿No?
Así, además, celebro las 20 000 visitas que alcanzó el blog, a pesar del abandono al que lo he sometido, en los últimos días. Tengo intención de seguir contando las visitas a todos los restaurantes que haga y todas las que ya he hecho; de seguir con la historia de Alonso, que dejé a medias; de contaros cosas que no os interesen para nada, fruto de mi mente trastornada y, en definitiva, de seguir con este blog, cosa que me encantaba y que dejé sin saber muy bien por qué.