Javier Rico
Desde que comenzamos nuestra andadura con Aver Aves hemos recorrido 114 parques de la ciudad de Madrid. Hoy nos paramos en los menos conocidos. En plena desescalada responsable tras el confinamiento, seguimos apostando por descubrir o redescubrir la biodiversidad urbana más cercana, la de parques y jardines como Arriaga, Concha Piquer, Gloria Fuertes o Alzola. Prueba de que no hay que correr, coger el coche y salir en busca de la naturaleza más lejana o salvaje, por ejemplo la sierra de Guadarrama, son los colirrojos reales, alcaudones reales y reyezuelos listados que hemos llegado a ver en estos y otros parques. Y a veces entre alcornoques y encinas.
En septiembre de 2014 emprendimos rumbo hacia varias zonas verdes del distrito de Ciudad Lineal, como siempre para comprobar que eran buenos destinos para abrir aulas en ellos. De esto último no nos quedó duda. Los parques de Los Tilos, La Almudena y Arriaga nos demostraron, como siempre ocurre, que la combinación de flora y fauna, esta última especialmente representada por las aves, era idónea, más aún si en pleno paso migratorio se disfrutaba de algún colirrojo real entre el parque Arriaga.
El de Arriaga es de esos parques que conocen y pasean las personas que viven cerca de él, y poco más. De entrada, pocos centros escolares del entrono piensan en los descubrimientos que, como en el caso del colirrojo real, se dan en él. En esta entrada al blog podríamos citar decenas de ejemplos como el de Arriaga. Se me ocurren Azorín (Puente de Vallecas), Breogán (Salamanca), Katiuska (Villaverde), los jardines del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Chamberí), Alzola (Usera), Concha Piquer (Arganzuela)…
En este último, un auténtico oasis en pleno bullicio urbano de la glorieta de Pirámides, hemos recalado con algunas rutas de Aver Aves. Lo hemos hecho admirando tanto las piruetas de carboneros garrapinos y herrerillos comunes entre los pinos como los acebos ornamentales de su interior. Cerca queda un parque emblemático, el del Gasómetro, y, ya en el distrito de Centro, el del Casino de la Reina, otro oasis que nos permite evadirnos del ruido y el hormigón de la glorieta de Embajadores y la Ronda de Atocha.
Eso es lo que aportan estos pequeños retazos de biodiversidad urbana, un remanso de paz y de salud rubricada por los cantos, vuelos y posados de las aves. Sin olvidar los rincones o recodos donde explota la vegetación con sus hojas y flores multicolor. Lo hemos vivido, en este caso con un grupo de familias del colegio Wisdom, en los jardines de Gloria Fuertes (Chamartín), una zona verde de no más de 1.600 metros cuadrados en la que no faltan mirlos y petirrojos entre los setos ni vencejos y golondrinas sobre nuestras cabezas.
Siguiendo con las sorpresas en forma de aves, no olvidamos al reyezuelo listado que nos saludó a las primeras de cambio nada más entrar en el parque de La Salle o Ana Tutor (Fuencarral/El Pardo), a la cogujada común que hizo lo propio desde el de Navamures (Villa de Vallecas) y al alcaudón real que se movía entre el parque Eugenia de Montijo y el descampado de la antigua cárcel de Carabanchel.
También recordamos a la enamorada pareja de picos picapinos que casi nos voltea la cabeza cual búho con sus raudos y circulares movimientos en un parque de San Blas/Canillejas que no es ni la Quinta de Los Molinos ni la Quinta de Torres Arias. Es mucho más: El Paraíso. Hay que seguir la prolongación de este “paraíso” hacia el parque de Ajofrín y los jardines en torno a la calle Arcos de Jalón para completar casi en círculo un anillo verde muy fructífero.
Otro parque, denominado paseo, que no hay que dejar pasar por alto en el distrito de Retiro (no, no es el del mismo nombre) es el de John Lennon. Es uno de los que se engalana especialmente en otoño por la combinación de álamos negros y blancos que lo pueblan, pero en cuanto a virtudes ornitológicas, hay que prestar atención a las alturas, y mejor si se mira hacia el famoso “Pirulí”, ya que por allí para el halcón peregrino.
Se nos quedan muchos más en el tintero, como el parque Félix Cortes y los cercanos jardines de Yolanda González en Latina; los Toros de Guisando representados en el parque Moratalaz; el ajardinado bulevar José Prat de camino al más popular parque de Valdebernardo; el parque de Los Pikos de Villaverde, que tanto juego nos ha dado con escolares en este recortado curso 2019-2020; la terraza sobre el barrio de Manoteras que forma el parque Doña Guiomar (Hortaleza); la Huerta del Obispo en Tetuán, con reminiscencias de las antiguas fincas del clero…
Escribirlos supone rememorar las enseñanzas y peripecias vividas en ellos entre escolares y aves, tan cerca de sus coles y de sus casas. Es así, tenemos tesoros naturales tan cerca de cualquiera de quienes nos leéis que os invitan día a día a que los conozcáis a fondo y nos preguntemos por qué están ahí, por qué tienen esos nombres, quién crece y nos sombra en estos días y quién vuela, corre, come, bebe, anida o se esconde en ellos.
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