Una de las características más apreciables de los ensayos de Eduardo Punset es su forma de explicar la ciencia. A veces, mientras uno lee, tiene la sensación de que está manteniendo una conversación afable con un viejo sabio, que cita conversaciones con científicos, anécdotas históricas o experiencias personales, hasta que llega la frase que resume la idea que quiere transmitir. Todo ello de manera muy informal, sin ser demasiado sistemático, aunque siempre recalcando dichas ideas esenciales.
La primera imagen que me viene a la cabeza cuando rememoro mi reciente lectura de El viaje al amor, es acerca de la antigüedad de este sentimiento. Muchos creen que es una invención medieval o que viene de los griegos. Nada de eso. Según Punset, hay que remontarse a la edad en la que los más simples microorganismos, de los que procedemos, poblaban en exclusiva la Tierra, para encontrar los primeros indicios de ese poder de atracción que llamamos amor:
"El amor, entendido como instinto de fusión, precede, pues, a la existencia del alma y de la conciencia, al resto de las emociones e impulsos, al poder de la imaginación y al desarrollo de la capacidad metafórica, de fabricar máquinas y herramientas, al lenguaje, al arte y a las primeras sociedades organizadas. Cuando no había nada, ya funcionaba el instinto de fusión con otros organismos. Ya existía la prefiguración del amor moderno."
Decía Ortega y Gasset que el amor es un atontamiento temporal del alma. Y algo de eso tiene este sentimiento primitivo, fruto de un instinto primordial y que casi siempre es capaz de vencer a cualquier razonamiento sin apenas esfuerzo. Porque el amor pasional es hijo de la selección natural: la mejor manera que ha encontrado la madre naturaleza para animarnos a que tengamos hijos, los cuidemos y contribuyamos a la expansión de la especie. Tiene su seno en el cerebro primordial, en el más primitivo. Quizá ese enamoramiento que dura siete años (muchas parejas se rompen llegado ese plazo) tenga su explicación en que este es el tiempo (en las sociedades ancestrales) en el hijo podía valerse por sí mismo, sin ayuda de los padres, dentro de la tribu. Por eso en muchas ocasiones este sentimiento casa mal en nuestra sociedad tan racional y tan tecnificada:
"(...)el amor tiene por cimientos la fusión, desde tiempos ancestrales, entre organismos acosados por las necesidades cotidianas, como la respiración o la replicación, empujados por la necesidad de reparar daños irremediables en sus tejidos y sumidos en una búsqueda frenética de protección y seguridad"
Y otra curiosidad. El proceso de enamoramiento debería explicarse en la Escuela, ya que todos los alumnos, de un modo u otro, lo van a experimentar y no van a saber qué hacer en muchos casos - obviando los que hayan tenido una educación religiosa, que pueden llegar a sentirlo como algo pecaminoso -, pudiéndose llegar, en casos extremos, al suicidio. Creemos enamorarnos cuando encontramos a alguien especial. Pero ese alguien no hace más que despertar una necesidad latente en todo ser humano. Todos necesitamos amar y ser amados:
"El filósofo Alain de Botton, autor entre otros muchos libros de Del amor, acierta al decir que «el deseo de amar precede al amado, y la necesidad ha inventado su propio remedio. La aparición del bienamado es tan sólo el segundo acto de una necesidad previa, aunque en gran parte inconsciente, de amar a alguien»"