Revista Cocina

El vino del confinamiento

Por Rumbovino @rumbovino
Como soy de esas personas que creen firmemente en el destino, creo que fue eso lo que me impulsó a llamar a Mario y pedirle un brik de 15 litros de su vino, justo un par de días antes de que empiece. Que empiece el confinamiento, aclaro, porque el jodido coronavirus venía dando guerra desde bastante tiempo antes, aunque en España no lo queríamos ver. Pero ese es otro tema que no viene al caso en este post. 
Los que seguís Rumbovino desde hace casi 10 años, habrán notado que últimamente publico pocas notas. Solo lo hago cuando algo, hablando de vinos, me estimula mucho para hacerlo, para lo demás están las redes sociales más inmediatas. En este caso se combinaron dos cosas que, cuando confluyen, no hay manera de que no terminen plasmadas en una historia que quiera compartir en el blog; una es un vino que me apasione y la otra es tiempo para escribir (que estos días me sobra). Ni siquiera sé si la es buena, probablemente sea como la de todos ustedes en estos días, pero al menos sí es la historia de un “buen vino” que nos ha acompañado durante este tiempo de resignado confinamiento. Aquí va... 

El vino del confinamiento


Vista de la viña donde nace Xan Vaca


Ya son 22 días los que llevamos encerrados en casa y, al igual que la mayoría de la gente, nos buscamos la vida para amenizar el paso de las horas... No descubro nada nuevo al decir que establecer una rutina diaria es esencial para no perder los tornillos que se nos aflojan con la espera. En nuestro caso, esa rutina pasa por el teletrabajo (lo que se puede), la lectura (algo, no mucha, pero buena... recientemente terminé El Alienista, me gustó mucho), horas de cine y series (para qué negarlo), limpiar y ordenar cosas de la casa (hemos ordenado y limpiado objetos que ni sabíamos que teníamos), escuchar buena música (vaya mi recuerdo para el maestro Eduardo Aute, que me ha acompañado infinidad de veces desde mi adolescencia), fundamental un rato de gimnasia diaria (“mens sana in corpore sano”, es increíble pensar que a mi edad soy capaz de seguir una clase de aerobic, casi como lo hacía en “el Pacha” de Venado Tuerto con 17 años a finales de los ´80) y, a la hora de alimentarnos, intentar darse un pequeño gusto dedicando tiempo a hacer una comida rica, baratita pero más elaborada que de costumbre, para que ayude a reconfortar el alma y el estómago (en esto Noemi se lleva los laureles, yo solo degusto). Por supuesto no falta, ni puede faltar, el indispensable colega de una deliciosa comida, un buen vino. Cada noche, una copa de “Xan Vaca” acompaña esa cena que me reconcilia con el mundo. 

El vino del confinamiento


Xan Vaca 2019


Bendito destino que me impulsó a hacerme con 15 litros de esta joya de mi colega Mario. Es el tinto casero (quedaría mejor artesanal, pero es casero, para qué negarlo) que para los amigos se llama Xan Vaca. De más está decir que no tiene DO ni nada parecido, aunque eso hace tiempo que dejó de importarme. 
Xan Vaca crece y se hace en una pequeña viña, localizada en una de las infinitas y escarpadas pendientes que escalan el Río Sil cerca de Doade, en la Ribeira Sacra. Cada año, entre cepas tintas y blancas se vendimian entre 900 y 1200 kg de uvas que, mezcladas, se transforman en un solo vino. El 80% son tintas (Mencía, Merenzao, Garnacha Tintorera, Cabernet Franc) y el 20% restante blancas (Dona Blanca, Godello, Treixadura, Palomino). 
La finca se trabaja artesanalmente, no se usa herbicida (me consta haber quitado hierba a mano infinidad de veces) ni insecticida, porque en los peores años alguna mano de azufre y cobre, cuando se puede, es todo lo que lleva encima. De costumbre la cosecha se hace una o dos semanas antes de la fecha establecida por la DO (se busca tranquilidad para trabajar y algo menos de madurez para no perder frescura). En una mañana se vendimia toda la viña (nos juntamos unos 10-12 amigos a echar una mano, que nos damos por bien pagados con la maravillosa comilona, con música en vivo, que nos metemos luego de la faena entre pecho y espalda). Aunque cada año “experimenta” cosas diferentes, en el 2019 la uva se despalilló y fue directamente a tanques de inox (corrijo, a un tanque de inox) con una dosis mínima de sulfuroso.... y nosotros a comer. 
El descube se realiza cuando Mario se puede acercar a la bodega. A veces a los 15 días y a veces al mes.... luego un par de trasiegos y listo. Nunca mejor aplicado el dicho de que el vino se hace solo. 
La vendimia normalmente se hace a mediados de septiembre, y para febrero ya está listo para beber y disfrutar. Mejora con el tiempo, pero estamos hablando de uva fermentada sin más milongas así que no es para guardar. Su mejor momento es entre mayo y septiembre.... pero antes, en concreto en estos días de confinamiento, sabe a gloria. 
Ribeira Sacra sin pulir, rústico pero elegante, mixturas de mermelada de frambuesas y flores de rosa con hierbas aromáticas, balsámicos y minerales que se complementan a las mil maravillas... glicérico, nariz intensa y golosa, fresco y cálido a la vez, redondo y anguloso, perfecto e imperfecto, sencillamente rico. 
Solo vino puro, Xan Vaca 2019, un vino de una finca y un paisaje únicos, que no quiero que se acabe nunca, pero que tengo la suerte de compartir con Noemí cada noche. 

El vino del confinamiento


Una de las tantas veces que fuimos a la finca a echar una mano. Noemi, atando y conduciendo cepas


Gracias y salute amigos. 
Y recuerden...... # QuédenseEnCasa
Rumbovino, casi 10 años comunicando el vino, apoyando el consumo moderado y responsable. 

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