¡Hola, amig@s!
Como os decía en la entrada de ayer, no quería que el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto se pasase sin hacer en el blog algún pequeño homenaje. Para no olvidar. Porque es bueno recordar...
El violín de Auschwitz, de María Àngels Anglada, es un libro ágil y de fácil lectura. Está dividido en ocho pequeños capítulos, cada un de los cuales es introducido por una cita o un recorte de documentos auténticos de las SS: formulario de castigos, relación de ropa y objetos incautados, informe de medidas de seguridad... La novela, en la que se intuye más de lo que se dice y que mantiene al lector con el corazón en un puño, logra introducir algo de poesía en el campo de Auschwitz, gracias a la construcción de un violín. El violín de la vida, que unirá pasado y presente.
Daniel era luthier en su Cracovia natal. Había aprendido el oficio de reparar y construir violines de su ya fallecido padre. Tenía una novia, Eva, con la que estaba a punto de casarse. Daniel amaba a su familia, a Eva, su tierra y su profesión.
Campo de exterminio de Auschwitz- Birkenau
Pero ahora Daniel, judío, es prisionero en el campo de exterminio de Auschwitz. Ahora no es nada. Un ser infrahumano. Un trabajador esclavo que, al menor signo de debilidad y desfallecimiento, acabará siendo uno de los experimentos del doctor Rascher o parte de la carga de niños, ancianos y enfermos que los camiones sacan todas las noches hacia nadie sabe dónde.Cuando el Monstruo, Sauckel, comandante del campo, descubre su verdadero oficio, todo cambia para Daniel. Su vida, su supervivencia dependerá de la construcción de un buen violín en un determinado plazo. Pero algo más profundo cambia en su alma. Ya no se siente un mero número. Su oficio le eleva. Ahora es un luthier de nuevo, y mientras en el taller sus manos recorren, como en una caricia, la madera y remata con esmero su violín, Daniel se olvida del campo, de los latigazos, de los encierros, de las frecuentes humillaciones, de los compañeros que un día se van para no regresar jamás,... Jamás.
Freund, mecánico y Bronislaw, violinista, también están ahí, compartiendo con él las dramáticas circunstancias que les ha tocado sufrir. Sin embargo, y aunque les han desprovisto de todo, no han logrado desposeerlos de lo más preciado: su dignidad.
A las víctimasIn memoriam
¡Gracias por vuestros comentarios! Nos leemos...
Marcapáginas 176