"Sumido en estas reflexiones, y en otras, el cansancio de la jornada, el exceso desusado de vino de la tarde, el susto, la imperante necesidad que se me imponía de cambiar mis postulados de vida, que hasta ahora me habían servido en un mundo en que esta clase de fenómenos no tenían cabida, pero que ahora debía rehacer, y el calorcillo que da el cartón; me quedé traspuesto. Y ya no desperté hasta primera hora del mediodía siguiente, fresco para dilucidar la situación. Debía tomar medidas, decisiones que posiblemente influyeran a no tardar en el destino del resto de la humanidad. Fui, lo primero de todo, a decírselo a mamá".
El ingenio es universal. No hay que irse muy lejos para encontrar diamantes en bruto cuyo brillo nos hechice durante un buen rato. Estoy seguro de que muchos de los prejuicios contra la autopublicación son fundados —en especial en cuanto a ciertos errores que, ojo, cada vez es más común ver en editoriales profesionales—, pero eso no quita para que haya autores que se toman muy en serio sus trabajos y ofrezcan novelas pulidas cuyas características nos proporcionen lo que buscamos: placer lector. El zombi: una historia verídica de Francisco Santos Muñoz aparenta situarse en un espectro underground, pero en realidad su naturaleza es mucho más global, pudiendo ser disfrutada por cualquier lector curioso.
El zombi: una historia verídica es una novela breve de corte humorístico y espíritu inclasificable, que destaca por la creación de un personaje singular, un desecho de la sociedad que tiene muy alto concepto de sí mismo, y a través de cuyos ojos vemos una realidad distorsionada, o al menos contada a su manera. Se trata de un personaje quijotesco, cuyos molinos adquieren aquí la forma y silueta de un verdadero muerto viviente primero, y de un entramado de corrupción y poder después.
La trama orbita alrededor de este truhán y perdedor, y comienza con la observación, desde su ventana, de un zombi. A partir de ese hecho, se teje una historia que enlazará a los dos personajes, protagonista y revivido, de una manera insospechada. Además, en un momento dado se introduce una trama de enredos que envuelve a personajes mafiosos y criminales, con lo que se produce una mezcla de géneros de lo más estimulante.
La gracia y virtud de esta novela radica en la voz de su narrador, una voz que tira de un lenguaje recargado y clásico, que choca de todo punto con lo que cuenta. Este contraste le otorga a la obra una chispa especial, convirtiéndola en un divertido y adictivo disparate. Se nota el mimo del autor a la hora de cuidar el tono, trasladando por una parte una sensación de clasicismo español mezclado con una mirada irreverente e irónica.
Aparte del evidente tono humorístico que nos viene dado por esa caústica visión del mundo del protagonista, Francisco Santos Muñoz hila una trama que tiene un componente de thriller en el que se involucra a un pope mafioso de la ciudad —nada menos que candidato a alcalde—. Con ello, casi podríamos decir que el autor pergeña una mezcla de géneros que podríamos bautizar como noir cómico. Hay que decir que el efecto es, una vez le cogemos la medida al estilo y al personaje, realmente adictivo.
Para que el lector se haga una idea previa, menciona el propio autor a Eduardo Mendoza como inevitable comparación conceptual. Yo añado otras referencias de mi cosecha, ya que El zombi bien podría ser una película de Monty Python a la española, o una traslación del Mundodisco de Terry Pratchett a terrenos de nuestra geografía e idiosincrasia. El humor absurdo se mezcla con momentos turbios y otros entrañables, en una cimentación extravagante que deja muy buen sabor de boca.
Me he sorprendido a mí mismo riendo a carcajadas durante algunos pasajes, cosa que no recuerdo haber hecho con otras novelas —ojo al impagable pasaje en el que aparece un conocido investigador de lo paranormal (no, no es quien estáis pensando), y que supone uno de los momentos más hilarantes de toda la novela—. Al final, El Zombi: una historia verídica nos regala personajes entrañables y momentos surrealistas y delirantes siempre narrados con la contumaz y distorsionada visión de un protagonista anclado de manera bamboleante a la realidad. Uno no puede más que enamorarse de cómo Francisco Santos Muñoz da la vuelta a algunos conceptos y clichés y los convierte en algo agradable, que sabe a nuevo. Léanla.