Revista Opinión

Elefantes que abortan en la sala

Publicado el 21 diciembre 2013 por Vigilis @vigilis
Como nadie tiene ni puñetera idea de cómo funciona el mercado eléctrico español, por mucho que nos lo expliquen partes interesadas a uno y otro lado del Rubicón, las tabernas virtuales y analógicas se vuelcan con la reforma de la ley del aborto. Parece ser que en este tema todo el mundo lo tiene todo muy claro.
El debate del aborto forma parte del debate sobre la definición de ser humano. Hasta no hace mucho tiempo este debate estaba bastante claro: si se parece a un ser humano, esa cosa será un ser humano. Pero alguien en algún momento inventó el microscopio (¿Leeuwenhoek?), desarrolló la teoría de la embriogénesis humana (¿Hans Spemann?) y a partir de ahí la cosa se complicó. Algo que no se parece a un ser humano resulta que es un ser humano.

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Típico ser humano.

¿Un cigoto o un blastocisto es un ser humano? No es un ser humano (no se parece a uno), pero probablemente llegará a ser un ser humano. Algún griego listillo distinguía entre forma y potencia. El huevo no tiene forma de gallina pero sí la potencia de gallina. Desde el instante de la fecundación hasta el parto, existe la potencia de ser humano. ¿La potencia de ser humano es lo mismo que ser humano? No, porque si fuera así no necesitaríamos añadir lo de la potencia. El conocimiento sobre la embriogénesis humana no hace esta distinción griega: en el momento en que un embrión desarrolla su propio código genético y está en condiciones de continuar su desarrollo, eso es un ser humano.
Entre los griegos antiguos y los médicos actuales, aparecieron unos tipos afeminados con pelucas que se inventaron el concepto de persona o ciudadano (probablemente eran abogados). Mientras comían bombones y azotaban a sus criados, estos abogados distinguieron entre ser humano, persona y ciudadano. Si quieres complicar algo, llama a un abogado.

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El típico abogado.

No todos los seres humanos eran personas ni todas las personas eran ciudadanos. Un ser humano amental no era una persona, aquí los abogados con pelucas podían incluir a sordomudos, niños o a tribus de aborígenes. Veían que estos eran seres humanos, pero no podían ser personas, porque o no conocían a Dios o no iban vestidos o no podían relacionarse con los demás. Una persona se distinguía de un ciudadano por ser extraño. La extrañeza podía venir por ser extranjero o estar loco (o ser mujer, ejem). Los abogados zampa-bombones identificaban a estos como personas, sí, pero no llegaban a ciudadanos, con lo que las leyes no les protegían tanto. No tenían los mismos derechos y obligaciones. El punto álgido de la condición humana, dentro de la república, era la ciudadanía.
Luego la cosa se acabó de complicar porque llegó mucha gente con ganas de opinar sobre el asunto. Abolicionistas, evolucionistas, naturalistas, sufragistas y zascandiles varios lograron que ser humano y ciudadano fueran la misma cosa. Alumbrar a un bebé con mofletes era dotar a la república de un ciudadano más. A este ciudadano que chupaba cosas y cagaba de forma irresponsable, lo protegían sesudos derechos constitucionales elaborados tras una larga historia de conflictos y consumo de bombones. Estaba claro que el bebé era un ser humano. Ahora bien, antes del alumbramiento también había un bebé dentro de la madre que ya era ser humano. La cosa se complicó mucho porque la gente estudió y leyó. Moraleja: no leáis, prendamos fuego a las bibliotecas. Mueran la modernidad y los derechos positivos.

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Fiesta.

El problema de la consideración del embrión como ser humano, lo resolvieron los soviéticos de forma muy sencilla: el aborto se convirtió en un derecho sin cortapisas en la nueva Unión Soviética. Excepto cuando lo prohibió Stalin, en la URSS sumaron 400 millones de abortos. Hoy Rusia tendría mil millones de habitantes. Claro que esto no nos es útil: en la URSS se podía abortar una vida en cualquier fase de su desarrollo. Incluso vidas capaces de encender el samovar y quejarse de que no existía la prensa libre. A esos especialmente.
Otros lugares tuvieron más miramientos: la Iglesia influenció en políticas de familia y por los mismos motivos que denunciaba el trabajo infantil y daba sopa a los ancianos miserables, condenaba los abortos como pecados. Estos pecados se convirtieron en crímenes. Y entonces se popularizaron los métodos anticonceptivos. La planificación familiar conllevó la reducción del número de hijos en las familias y esto ocurrió paralelamente a la subida del nivel de vida.

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La familia Dalton.

Pese a los métodos anticonceptivos, que finalmente aceptó la Iglesia (preguntad en Uganda), siguen ocurriendo abortos. Hay abortos naturales y otros inducidos. La cuestión es en qué casos está justificada la inducción al aborto. Como la mayoría de la población esto no lo tiene claro, no toman partido. El debate acaba, pues, en los sectores más movilizados. En cualquier tema, los sectores más movilizados son siempre los más radicales o maximalistas (por diversos motivos, ahí no entro).
  • Unos dicen que el aborto es un derecho de la mujer. Esta posición no tiene en cuenta la potencia de ser humano que tiene el embrión. Ni concede al humano en formación ningún derecho. Ni al padre, por supuesto.
  • Otros dicen que el embrión es sujeto de derechos (un ciudadano de la república) y por tanto un aborto es un asesinato. Esta posición puede justificar el aborto en caso de que la vida de la madre corra peligro (lo que sería un asesinato en defensa propia). No oculto que me inclino por este grupo, aunque sé que por mucho que se prohíba el aborto, lo seguirá habiendo. El consumo y tráfico de drogas está prohibido y mira a tu hijo.
Sólo un borracho o un inconsciente puede creer que estos dos grupos pueden ponerse de acuerdo. Pero sorprendentemente existe un debate sobre el tema. Tras décadas de discusión unos siguen tratando de convencer a otros de forma muy refinada: fascistas y asesinos son los epítetos más suaves del debate sesudo sobre la definición de ser humano y el alcance de las leyes.

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Gente educada que felicita la Navidad.

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Interesante aportación al debate.

Que de la bandera partidista hasta el drama de salón de casa haya cierta distancia, parece no importar. Que en última instancia, sea cual sea la ley, hay cuatro implicados que son los que toman las decisiones, tampoco importa (te recuerdo que en tu embarazo no decides tú sola, amiga). Que la gente focalice la atención sobre el aborto (prohibirlo o permitirlo sin cortapisas) y no sobre los motivos del aborto, tampoco le importa a nadie.
Yo me pregunto si comparando legislaciones se pueden sacar conclusiones sobre decisiones que disminuyen o aumentan el número de abortos. No tengo ese dato. En algún momento a la prensa le pareció mejor vender periódicos como si fueran merluzas que informar a la gente. A mi personalmente me gustaría una legislación que no solo redujera el número de abortos, sino que aumentara un poquito el número de hijos por mujer. Es decir, antes de entrar en prohibir o permitir el aborto, a mi me preocupa que la decisión del aborto se tome por problemas que puedan ser resueltos. Sí, resueltos con el dinero de los demás. Por si alguien preguntaba. Cosas como "no voy a poder dar de comer a mi hijo", "me van a despedir", "soy demasiado joven para criar al niño"... para esos casos apoyaría medidas similares a la movilización para una economía de guerra. Esto no me convierte necesariamente en comunista porque defiendo las soluciones de mercado y la iniciativa ciudadana para resolver estos problemas, pero entiendo también que en una aldea en medio del monte, la oportunidad de mercado pueda ser escasa y alguien se tenga que rascar el bolsillo. Tengo claro que hay que pagar impuestos para tener un ejército como también hay que pagarlos para proporcionar la mejor cobertura posible para las madres con problemas. Y por los mismos motivos.

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Ésta es la idea.

La política implica prioridades. Para mi la prioridad de fomentar la cultura (?) es cero y la prioridad de que la gente tenga hijos (e incluso que vengan de fuera a tenerlos y criarlos aquí) es absoluta. Que en las maternidades se escuche a Vivaldi y que las guarderías sean palacios. Después de esto, hablamos del aborto si queréis.
Érase una vez la vida:


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